Alberto Sladogna, psicoanalista Hay algo de método en su locura,
Hamlet, Acto II, esc., 2, W. Shakespeare
- Este es el mecanismo habitual de los sueños que la intuición ha comparado con la locura desde tiempo inmemorial…no sólo hay método en la locura sino también un fragmento de verdad histórica...Queda para el futuro decidir si la teoría contiene más delirio del que yo quisiera, o el delirio, más verdad de lo que otros hallan hoy creíble. Sigmund Freud
El amor introduce los condimentos de su normalidad, muestra su tela, allí tiene tejidos, hilos, trenzas con las diversas formas de la locura. Eso ocurre en las múltiples experiencias íntimas de la vida compartida. Veamos cómo se anuda el amor, la locura con su método
El amor normal tiene por pareja el amor loco. Ambos son más parecidos de lo que piensan, a pesar de sus efectos distintos. La normalidad, la existencia de una locura normal suscita debates, dificultades y confusiones. Se confunde la locura con una justificación. Analizar a un loco, estudiar un robo o un crimen, no está servicio de justificar nada. Los actos producen efectos, quién los hace se hará cargo de las consecuencias. El loco es un normal responsable de sus actos. Hacerlo inimputable es segregarlo al darle un privilegio. No se justifica un crimen por la presencia de la pasión amorosa de los celos.
La locura, el amor, no es un fuero para hacer cualquier cosa. Esa patente existe en la vida política de la república simulada, es el fuero del que gozan normalmente los políticos: los ex presidentes no son sometidos a juicio por sus actos. Una persona calificada de psicótica –loco si usted quiere- al ver en TV los atentados contra las Torres Gemelas del 11/09 exclama Esos si son locos de verdad, junto a él otro loco –paranoico, si ustedes quieren- señalaba ¡Qué raro! Nunca muestran los cadáveres (testimonios recogidos en una institución psiquiátrica) Los normales suelen ver la locura en los otros. Los locos denuncian la normalidad de la realidad. Los Estados, incluido el estado dirigido por el Lic. Calderón fabrica conjuras mediante sus aparatos de inteligencia ¿Cuál es el método que permite revelar esas conjuras?
Empleo el término locura porque circula en la vida del lenguaje compartido. Lo escribo con letras itálicas pues las clasificaciones vestidas de “clínica psiquiátrica, psicológica o psicoanalítica” son un abuso del poder que otorga privilegios a los locos, quienes las emplean sin comillas darán cuenta de sus posiciones. Lacan localizó que la neurosis, la perversión y la psicosis son tres formas de normalidad humana. Una consecuencia: esas normalidades no dan privilegios, no sostienen comparaciones, no disculpan los actos cometidos por quien reciba esas calificaciones.
William Shakespeare descubrió antes del psicoanálisis, antes de Marx, antes de Amlo, el método en la locura, propongo leer un texto: Los tres príncipes de Serendip. Su autor es colectivo, la cultura del desierto. No es un autor individual, no es un autor anónimo. Una cultura donde la lectura efectiva de las huellas permiten sobrevivir, permitió escribir la erótica de Las mil y una noches; fabricó las matemáticas, conservó la filosofía griega cuando el amor de los civilizados destruyo esos textos. La vida en el desierto, a semejanza de las prácticas de la caza y del amor comparten una brújula metódica: Por aquí algo o alguien paso. Cupido es una fígura de la caza amorosa: va munido de un arco y flechas. Esas experiencias construyen con precisión el objeto del amor gracias a lo imperceptible, a los trazos no visibles. El objeto convoca a Cupido, a los cazadores, a los lectores de huellas. Veamos
Los tres príncipes de Serendip.
El discípulo pregunta "Maestro, ¿es bueno para el sabio demostrar su inteligencia?"
- "A veces puede ser bueno y honorable permitir que los hombres te rindan honores."
- “¿Sólo a veces?”
- “Otras puede acarrearle al sabio multitud de desgracias". Eso es lo que les sucedió a los tres Príncipes de Serendip, que utilizaron distraídamente su inteligencia. Habían sido educados por su padre, que era arquitecto del gran Sha de Persia, con los mejores profesores, y ahora se encaminaban en un viaje hacia la India para servir al Gran Mogol, del que habían oído su gran aprecio por el Islam y la sabiduría. Sin embargo, tuvieron un percance en su camino. ¿Qué les ocurrió?
Una tarde caminaban rumbo a la ciudad de Kandahar, uno de ellos afirmó al ver unas huellas en el camino: Por aquí ha pasado un camello tuerto del ojo derecho. ¿Cómo pudo adivinar semejante cosa con tanta exactitud? Había observado que la hierba de la parte derecha del camino, la que daba al río, y por tanto la más atractiva, estaba intacta, mientras la de la parte izquierda, la que daba al monte y estaba más seca, estaba consumida. El camello no veía la hierba del río.
¿Y los otros príncipes? El segundo, que era más sabio, dijo: Le falta un diente al camello. ¿Cómo podía saberlo? La hierba arrancada mostraba pequeñas cantidades masticadas y abandonadas.
¿Y el tercero? Era mucho más joven, aun más perspicaz, y, como es natural, en los hijos pequeños, más radical, al estar menos seguro de sí mismo. Dijo: El camello está cojo de una de las dos patas de atrás. La izquierda, seguro. ¿Cómo lo sabía? Las huellas eran más débiles de ese lado.
¿Y ahí acabaron las averiguaciones? No. El mayor, picado en esta competencia, afirmó: Por mi puesto de Arquitecto Mayor del Reino que este camello llevaba una carga de mantequilla y miel.
¿Cómo lo adivinó? Se había fijado en el borde del camino, había un grupo de hormigas que comía en un lado, y en el otro se había concentrado un verdadero enjambre de abejas, moscas y avispas.
Se trataba de un difícil reto para los otros hermanos. El segundo hermano bajó de su montura y avanzó unos pasos. Era el más mujeriego del grupo por lo que no es extraño que afirmara: En el camello iba montada una mujer. Se puso rojo de excitación al pensar en el pequeño y grácil cuerpo de la joven, hacía días que habían salido de la ciudad de Djem y no había visto ninguna mujer. ¿Cómo pudo saberlo? Se había fijado en unas pequeñas huellas de pies sobre el barro del costado del río. Se preguntaba ¿Por qué había bajado? ¿Tenía sed?
El tercer hermano, herido en su orgullo por la inteligencia de los dos mayores, afirmó: Es una mujer que se encuentra embarazada, hermano. Tendrás que esperar un tiempo para cumplir tus deseos.
Eso es aún más difícil de saber ¿Dónde leyó eso? Se percató que en un lado de la pendiente había orinado pero se había tenido que apoyar con sus dos manos porque le pesaba el cuerpo.
Los tres hermanos eran muy listos. Sin embargo, su sabiduría les trajo muchas desgracias. ¿Por qué? Por soberbia. Al acercarse a la ciudad, contemplaron un mercader que gritaba enloquecido. Había desaparecido uno de sus camellos y una de sus mujeres. Estaba más triste por la pérdida de la carga que llevaba su animal, y echaba la culpa a su joven esposa desaparecida.
El hermano mayor le preguntó ¿Era tuerto tu camello del ojo derecho? …Sí, dijo el mercader intrigado.¿Le faltaba algún diente? Era un poco viejo, dijo rezongando, se había peleado con un camello más joven ¿Estaba cojo de la pata izquierda trasera? Lo confirmo pues se le había clavado la punta de una estaca. ¿Llevaba una carga de miel y mantequilla, llevaba una mujer? Confirmo eso, y añadió Muy descuidada por cierto, mi esposa.
Le preguntaron ¿Estaba embarazada? El mercader responde: Por eso se retrasaba continuamente con sus cosas. ¿Dónde los vieron? La respuesta enfureció al mercader: No hemos visto jamás a tu camello ni a tu mujer, lo afirmaban riéndose alegremente. El discípulo también rió, el Maestro añadió que el mercader los denunció. Cómo hizo eso, pregunta el discípulo, si ellos tenían razón, tenían la verdad, eran muy sabios.
El Maestro añadió: Los perdió su soberbia . Señalaron todas esas características del camello con tanta exactitud que nadie les creyó cuando afirmaron no haber visto jamás al camello. Fueron llevados a la cárcel y condenados a muerte ya que en Kandahar el robo de camellos es el peor delito, más que el rapto de esposas.
La cosa no acabó tan mal. La esposa se había escapado, llego antes de que los colgaran en la plaza, como era costumbre. El poderoso Emir de Kandahar se divirtió con la historia y nombró ministros a los tres príncipes. El segundo hermano se casó con la muchacha, que estaba harta del mercader. El saber de una mujer, los salvó, aprendieron a ser mucho más prudentes a la hora de manifestar su inteligencia ante los demás.
El método loco
El método de los tres príncipes era y es sencillo: leían en las formas no visibles el paso de algo o de alguien; a partir de una huella reconstruían el objeto, sea un humano, sea un animal, sea un objeto material. Ese método lo aprendieron, los tres príncipes, esos tres hombres, lo aprendieron del saber hacer de las mujeres ante el amor: Las mujeres encuentran trazos, desde esas huellas reconstruyen el objeto, si lo desean lo toman.
Si Juanito lleva a cabo eso que sus huellas están mostrando: la presencia de una canallada bestial. No por loco dejaría de ser responsable de las consecuencias de lo que pretende hacer: no cumplir con el trazo de la palabra dada. Solo resta una pregunta ¿Y el resto de las huellas que se muestran en su elección, en su candidatura, en la nobleza de la ciudadanía de Iztapalapa quienes las leerán?
¿Quiénes se harían cargo de las consecuencias de que tamaño personaje gobierne a una delegación con muchísimos ciudadanos? Calígula le hablaba a su caballo, San Agustín hablaba con los animales. Esos trazos ¿les daban fuero para hacer cualquier cosa? Los trazos que va dejando Juanito ¿lo van a dejar libre de su ausencia de responsabilidad? Si eso ocurriera, sería tomar a la locura como justificación de la canallada. Las canalladas tienen su costo, a él y a otros les tocará afrontar ese pago.
Alberto Sladogna, psicoanalista
aslamora@yahoo.com.mx