Sergio Zavala to Ingape Baja California
Peña
nieto confesó su culpabilidad en el delito de la tranza en la
adquisición de la casa blanca..ES UN DELINCUENTE CONFESO..Y se le debe
enjuiciar y encarcelar...
“La Gaviota” regresó la “Casa Blanca”; Higa le reintegró su dinero y hasta los intereses
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Un mes después de publicarse el reportaje sobre la llamada “Casa Blanca” en la colonia Lomas de Chapultepec, la primera dama Angélica Rivera Hurtado habría cancelado la operación al regresar su dominio a una empresa de Juan Armando Hinojosa Cantú, el contratista gubernamental que la construyó y se la financió.
No lo hizo en los términos en que lo anunció, cuando el 18
de noviembre de 2014 publicó un video “para defender su integridad, la
de sus hijos y la de su marido” e informó que vendería los derechos del
inmueble para que no se siguiera ofendiendo a su familia.....sigue
somos morena's photo.
Astillero: Telenovela del perdón
Tres en uno: el primero en salir fue el arlequinesco funcionario mejor conocido como Virgilio Andrade, renuncia en mano para, dijo, dar paso a que su jefe pueda cumplir adecuadamente con las reglas del entrante Sistema Nacional Anticorrupción (reglas, ha de entenderse, con la participación del Senado, que ya no permitirán a ese jefe buscar la continuidad de un subordinado tan evidente, tan descarado); luego entró a escena el propio Enrique Peña Nieto, a fin de promulgar el mencionado sistema contra corruptelas y aprovechar tan sentido momento (histórico, aseguró) para pedir perdón a los mexicanos por el “error” de haber permitido una percepción errónea de un acto rechinante de limpio (de ese blanqueo e higienización oficiales se encargó el primer actor mencionado, el pequeño Virgilio) como fue la amistosa adquisición a plazos de la mansión conocida como la Casa Blanca; y, para cerrar la historia (o, cuando menos, un episodio), la actriz en pausa, Angélica Rivera Hurtado, hizo saber que había firmado con los amables aboneros del Grupo Higa un “convenio de terminación del contrato de compraventa”, de tal manera que tan benevolentes empresarios se quedarían con las rentas del tiempo ya ejercido, le devolverían los pagos y adelantos que había hecho, incluso con los correspondientes intereses (¡faltaba más!), y así ella no tendrá en el futuro (¿sólo en el inmediato?) nada que ver con la posesión o la propiedad de la multimencionada residencia ubicada en la calle Sierra Gorda, en las Lomas de Chapultepec.
De los tres actos del episodio
telenovelero, el más comentado fue el del perdón. Reconoció Peña Nieto
que los mexicanos “nos sentimos lastimados y dolidos por la corrupción”,
pero antes de que alguien supusiera que habría tramitado el
encarcelamiento de algunos directivos de OHL o de alguno de sus muchos
secretarios y directores del gabinete que se dedican a la alegre cosecha
de comisiones porcentuales y motivaciones en efectivo, a la patria hizo
saber que el destinatario escogido para tan duras palabras era él
mismo, oh, sí.
“Todos tenemos que ser autocríticos;
tenemos que vernos en el espejo, empezando por el propio Presidente de
la República”, dijo con aire valiente, pero antes de que alguien creyera
que iba a pronunciar alguna frase del tipo “defenderé la Casa Blanca
como un perro”, reconoció que generó “indignación” el saberse, en
noviembre de 2014, de esa operación inmobiliaria de altos vuelos (en su
catálogo de disculpas no incluyó al notable equipo periodístico que
provocó tales esclarecimientos caseros, el encabezado por Carmen
Aristegui, despedidos de la radiofónica MVS ella y los demás reporteros
sin que hasta la fecha hayan podido reconstituirse como propuesta
periodística en ninguna otra frecuencia, entre versiones de veto sexenal
en su contra, así que la mejor disculpa peñista consistiría en que se
les retirara esa censura).
Pero el epopéyico Enrique no acepta ni
entiende que en la operación de compraventa de la Casa Blanca se hayan
dado graves muestras de tráfico de influencias y conflicto de intereses
al aceptar una mansión gestionada mediante trámites más que generosos
realizados por un contratista (Hinojosa, del Grupo Higa) sumamente
beneficiado con pagos y contratos en el estado de México y luego en el
gobierno federal y, por lo tanto, sumamente agradecido, al grado de
buscar la manera de allegar un techo de enorme lujo a tan amable familia
Peña-Rivera.
En su discurso de aceptación de un
“error”, el ocupante de Los Pinos no se refiere a la comisión de un
hecho ilegal tal vez proveniente de comisiones, sino a un acto
absolutamente limpio, apegado al derecho y la legalidad pero, hombre,
caray, respecto al cual él, Enrique el nomás fallido en eso, no supo
generar la adecuada “percepción” de las cosas. No hagas compras buenas
que parezcan malas, sería la moraleja. Por esa pifia de comunicación, no
de honestidad (según la interpretación de Los Pinos), pidió perdón y
reiteró su “sincera y profunda disculpa por el agravio y la indignación”
causadas. Y, ¿colorín colorado?
Quedará en lo superficial, en lo
intrascendente e incluso en lo cínico el montaje de lopezportillismo sin
llanto que se vivió ayer en Palacio Nacional (muy aplaudido el
declarante por la selecta concurrencia, como JLP en el Congreso durante
sus dos máximas exposiciones dramáticas) si no hay consecuencias
positivas contundentes (que este tecleador astilloso no ve cómo podría
haberlas) en cuanto al combate a la corrupción. Lo aprobado y ayer
promulgado es más burocracia a modo para seguir aparentando que se frena
y castiga lo que hasta ahora ha sido el pegamento sustancial de la
clase política en general: la corrupción. Ni siquiera se incorporó al
esquema por inaugurar la parte más sustanciosa de la llamada ley 3 de 3.
En las últimas líneas de su discurso, el propio EPN adelantó un pésimo
diagnóstico involuntario, al decir que este sistema anticorrupción será
tan positivo como lo fue en su momento el Instituto Federal Electoral
respecto a la democracia.
Para cerrar ha de decirse que el
ejercicio actoral no fue tan contundente como el de aquel histrión, José
López Portillo, que al tomar posesión de la Presidencia de la
República,en 1976, pidió perdón a los pobres y a los desposeídos y seis
años después, en su último informe de gobierno, derramó lágrimas por no
haber cumplido sus promesas reivindicatorias. Cierto es que hay
coincidencias: la Colina del Perro (que le regalaron a JLP al final de
su sexenio) habría sido un equivalente de la casa blanca de ahora, con
el entonces jefe del Departamento del Distrito Federal, Carlos Hank
González (ah, el profesor y sus enseñanzas) en el mismo ánimo agradecido
hacia los amigos como ahora el contratista Juan Armando Hinojosa, jefe
del Grupo Higa; y aquel político de ampuloso nombre y apellidos, luego
popularmente resumidos en un simple Jolopo, terminó casándose con una
actriz de películas ligeras llamada Sasha Montenegro. ¡Hasta mañana!
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