Embestida contra la CIDH y el GIEI
La impresentable señora Wallace
En
las semanas recientes en diversos medios de comunicación han consignado
las declaraciones de Maria Isabel Miranda Torres, mejor conocida como
la señora Wallace, sobre una supuesta red de corrupción internacional en
la que intervienen personas defensoras de derechos humanos y organismos
nacionales e internacionales de protección de los derechos humanos.
Según la señora Wallace “como se hace llamar“,
las personas defensoras de derechos humanos han “fabricado” casos de
tortura, defendido “delincuentes confesos” y han orquestado toda una
campaña internacional para contradecir la “verdad histórica” de la
Procuraduría General de la República en el caso de los 43 normalistas
desaparecidos, según ella, todo con el fútil objetivo de obtener jugosos
ingresos económicos.
Más
allá de su palabra y suposiciones, la señora Wallace no tiene pruebas
de sus dichos, simplemente porque esas pruebas no existen. Esta campaña
de desprestigio que ha montado en contra reconocidos defensores y
defensoras de derechos humanos, lo ha hecho apropiándose de la voz de
las víctimas, así en abstracto, y construyendo una ficticia defensa de
los derechos humanos.
Estas
declaraciones no se dan en el vacío, se presentan en un contexto donde
las autoridades del Estado mexicano han mostrado una particular
resistencia ante el escrutinio internacional y donde ha habido un
deterioro crítico de la situación de derechos humanos en nuestro país.
Cuando
se contrasta por un lado, la actitud negacionista de las autoridades
mexicanas y por otro la virulencia en las declaraciones de la señora
Wallace, al referirse a las personas defensoras y a las instituciones
de protección de los derechos humanos, es fácil encontrar similitudes en
el discurso, que incluso podrían llevar a sospechar que no se trata de
una mera coincidencia.
Pareciera
que en esta relación Wallace-Gobierno, la primera sirve de vocera de
un discurso que el segundo, no puede decir directa y abiertamente. De
actualizarse esta suposición, me surgen algunas interrogantes sobre la
actitud de Wallace: cuando ésta dice hablar en defensa de las víctimas,
¿se referirá a las autoridades mexicanas que se consideran víctimas del
escrutinio en derechos humanos? y ¿a cambio de qué habría asumido esta
vocería virulenta y violenta?
Esta
presunta relación Wallace-Gobierno, también me recuerda a la que
tuvieron en Perú, Laura Bozzo y el gobierno de terror de Alberto
Fujimori, donde ésta elogiaba al segundo, cuestionaba a la oposición y
al “terrorismo” que combatía el régimen y hacía uso de su imagen para
manipular a la opinión pública.
Así
también podemos comparar la actitud que ha tenido el gobierno mexicano
de cuestionar lo documentado por los organismo internacionales y su
insistencia en negar la grave situación de violencia en nuestro país,
como la que en su momento tuvo el gobierno de Alberto Fujimori ante los
informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y las
sentencias dictadas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En
Perú como ahora en México, se atacaba y denostaba a las personas
defensoras y a las instituciones que evidenciaban las violaciones a los
derechos humanos.
Recientemente,
el relator de Naciones Unidas sobre la situación de las y los
defensores de derechos humanos, Michel Forst señaló a México como “uno
de los países más represivos contra los defensores de los derechos
humanos”. Este señalamiento no es gratuito, considerando que a las
campañas de desprestigio -como las que sufren en este momento algunos y
algunas colegas- se suman otros tipo de ataques de los que son víctimas,
ya sea por parte de agentes estatales o de particulares.
La
historia ha demostrado que negar las violaciones y el ocupar vocerías
virulentas, no contribuyen a mejor la imagen del gobierno sino que con
ellas se ahonda en la falta de credibilidad y confianza en el gobierno
mismo. Ojalá que el gobierno mexicano no replique este modelo, pues a
todas luces fracasará.
Finamente,
como reflexión general, cuando personajes impresentables utilizan el
discurso de los derechos humanos para hacer una defensa del gobierno,
parafraseando a Mario Benedetti: quizá sea momento de hablar de los
izquierdos humanos.
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