fe de erratas

16 ene 2014

chong y peña...la fiesta de la sangre desde lejos.

"Me sentí como la peor mierda en la tierra"...

http://mariaisela-ecosdelibertad.blogspot.mx/2014/01/me-senti-como-la-peor-mierda-en-la.html

    Chong ve los toros                                  

El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Foto: Germán Canseco
El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
Foto: Germán Canseco

MÉXICO, D.F. (Proceso).- En una desafiante declaración, el secretario de Gobernación calificó de “ridícula y peligrosa la demanda de los civiles mexicanos de ser considerados ante todo seres humanos”.
–¿Qué les pasa a estos antipatriotas? –preguntó retóricamente alzando la mirada al techo de su oficina.
Advirtió que al considerarse “primero seres humanos ávidos de sobrevivir y luego mexicanos dispuestos a morir por el país” incurren en el delito de “alta traición a la Patria”.

Su enojo se disparó luego de que esta reportera le entregó tres proclamas de ciudadanos, publicadas el año pasado.
–Mire –dijo golpeando la voz–, sí las conozco, y las deploro.
Y puso a un lado en su escritorio los fajos de papel.
La primera proclama era la de la así llamada “Vengadora de los Feminicidios”, de Ciudad Juárez, una señora, que merodea la cincuentena, para más señas se pinta el pelo de rubio, y ejecutó por mano propia, o más bien pistola propia, a tres choferes de camiones de la ruta en donde más de 40 mujeres han sido violadas y asesinadas en la última década.
–¿Qué le digo? Me dan pena los modales de esa dama –murmuró el licenciado Chong–. Como también me entristece que una mexicana se pinte de rubio el pelo.

La segunda proclama era la del doctor Manuel Mireles, de Michoacán, un médico que luego de 12 años de atestiguar cómo varios miembros de su familia fueron secuestrados y/o descuartizados, se alzó en armas, o más bien en rifles deportivos, acompañado por una centena de rancheros, que han liberado de los Caballeros Templarios cerca de 10 poblaciones.
–Se lo voy a poner en blanco y negro –dijo el secretario de Gobernación y sacudió la cabeza–. Si cada civil se vuelve un vigilante, esto es el fin del Estado mexicano.
Y a continuación hizo algo muy curioso. Colocó la barbilla en el escritorio y habló en voz de secreto:
–Bueno, ya en serio: de hecho el Estado mexicano ya no existe en la tercera parte del territorio, pero es muy distinto que así sea a que andemos anunciándolo con aspavientos e inquietando a todos. Hay temas más optimistas en la agenda nacional.

La tercera proclama era la de las Fuerzas Comunales de la Costa Chica del estado de Guerrero. Ahí la gente de los pueblos ha tomado las armas luego de que los narcotraficantes locales cobraban por el derecho a respirar y reinstauraron el derecho de pernada, violando a toda mujer mayor de 12 años, todo ello con la protección de la policía local.
El secretario comentó con parquedad:
–Malos mexicanos.
El secretario de Gobernación puntualizó que México “está libre de peligros que justifiquen estos actos de sublevación civil”.
–Bueno, casi está libre –acotó.
Detalló que únicamente hay “peligro extremo de perder la vida en Michoacán, Guerrero, Sinaloa y Tamaulipas” y “peligro moderado de perder la vida o ser secuestrado o robado o extorsionado en el resto de la República, pero sólo en las zonas geográficas habitadas por humanos”.
–Por ejemplo –afirmó–, en nuestras zonas marítimas solo están en peligro las ballenas.

Por su parte, el domingo pasado, el presidente Peña Nieto, durante el intermedio entre dos toros en la Plaza México, afirmó contundente a esta reportera:
–Lo que haremos con esa creciente tendencia (de los civiles a sublevarse) es lo mismo que hacemos ya con los criminales y las fuerzas públicas corruptas.
–¿Es decir?
–Pues ir viendo qué hacemos.

El presidente desplegó una sonrisa blanca antes de disculparse y volver de inmediato y con paso firme a sus deberes ejecutivos en el palco presidencial. Sonaban las trompetas que anunciaban el toro. Cómodamente sentado en el palco presidencial, el gabinete gobernante fijó las miradas en el ruedo, al que emergió una bestia negra y brava, que se detuvo para rascar con las patas la arena ocre.
Entre los Secretarios, el licenciado Chong sostenía con su usual parsimonia una bolsa de palomitas. Se proponía ver, con sus compañeros, la fiesta de la sangre desde lejos.
http://www.proceso.com.mx/?p=362524 

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