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A Fidel Castro le tocó vivir desafiando a la primera potencia mundial: José Mujica.
Hay en Fidel y con él, en una parte muy importante del pueblo cubano, una estatura de Quijote porque le tocó vivir en un largo período de su historia desafiando a la primera potencia mundial que la tenía en frente. No es problema sencillo tener coraje, decisión y capacidad de resistencia como para un dilema de esa época: Mujica.
Hay en Fidel y con él, en una parte muy importante del pueblo cubano, una…
regeneracion.mx|By Administrador Regeneración
El Fidel Castro que yo conozco
Gabriel García Márquez.
Su devoción por la palabra. Su poder de seducción. Va a buscar los problemas donde estén. Los ímpetus de la inspiración son propios de su estilo. Los libros reflejan muy bien la amplitud de sus gustos. Dejó de fumar para tener la autoridad moral para combatir el tabaquismo. Le gusta preparar las recetas de cocina con una especie de fervor científico. Se mantiene en excelentes condiciones físicas con varias horas de gimnasia diaria y de natación frecuente. Paciencia invencible. Disciplina férrea. La fuerza de la imaginación lo arrastra a los imprevistos. Tan importante como aprender a trabajar es aprender a descansar.Fatigado de conversar, descansa conversando. Escribe bien y le gusta hacerlo. El mayor estímulo de su vida es la emoción al riesgo. La tribuna de improvisador parece ser su medio ecológico perfecto. Empieza siempre con voz casi inaudible, con un rumbo incierto, pero aprovecha cualquier destello para ir ganando terreno, palmo a palmo, hasta que da una especie de gran zarpazo y se apodera de la audiencia. Es la inspiración: el estado de gracia irresistible y deslumbrante, que sólo niegan quienes no han tenido la gloria de vivirlo. Es el antidogmático por excelencia.
José
Martí es su autor de cabecera y ha tenido el talento de incorporar su
ideario al torrente sanguíneo de una revolución marxista. La esencia de
su propio pensamiento podría estar en la certidumbre de que hacer
trabajo de masas es fundamentalmente ocuparse de los individuos.
Las reiteraciones son uno de sus modos de trabajar. Ej.: El tema de la deuda externa de América Latina, había aparecido por primera vez en sus conversaciones desde hacía unos dos años, y había ido evolucionando, ramificándose, profundizándose. Lo primero que dijo, como una simple conclusión aritmética, era que la deuda era impagable. Después aparecieron los hallazgos escalonados: Las repercusiones de la deuda en la economía de los países, su impacto político y social, su influencia decisiva en las relaciones internacionales, su importancia providencial para una política unitaria de América Latina… hasta lograr una visión totalizadora, la que expuso en una reunión internacional convocada al efecto y que el tiempo se ha encargado de demostrar.
Su
más rara virtud de político es esa facultad de vislumbrar la evolución
de un hecho hasta sus consecuencias remotas… pero esa facultad no la
ejerce por iluminación, sino como resultado de un raciocinio arduo y
tenaz. Su auxiliar supremo es la memoria y la usa hasta el abuso para
sustentar discursos o charlas privadas con raciocinios abrumadores y
operaciones aritméticas de una rapidez increíble.
Requiere el
auxilio de una información incesante, bien masticada y digerida. Su
tarea de acumulación informativa principia desde que despierta. Desayuna
con no menos de 200 páginas de noticias del mundo entero. Durante el
día le hacen llegar informaciones urgentes donde esté, calcula que cada
día tiene que leer unos 50 documentos, a eso hay que agregar los
informes de los servicios oficiales y de sus visitantes y todo cuanto
pueda interesar a su curiosidad infinita.
Las
respuestas tienen que ser exactas, pues es capaz de descubrir la mínima
contradicción de una frase casual. Otra fuente de vital información son
los libros. Es un lector voraz. Nadie se explica cómo le alcanza el
tiempo ni de qué método se sirve para leer tanto y con tanta rapidez,
aunque él insiste en que no tiene ninguno en especial. Muchas veces se
ha llevado un libro en la madrugada y a la mañana siguiente lo comenta.
Lee el inglés pero no lo habla. Prefiere leer en castellano y a
cualquier hora está dispuesto a leer un papel con
letra que le caiga en las manos. Es lector habitual de temas económicos e
históricos. Es un buen lector de literatura y la sigue con atención.
Tiene
la costumbre de los interrogatorios rápidos. Preguntas sucesivas que él
hace en ráfagas instantáneas hasta descubrir el por qué del por qué del
por qué final. Cuando un visitante de América Latina le dio un dato
apresurado sobre el consumo de arroz de sus compatriotas, él hizo sus
cálculos mentales y dijo: Qué raro, que cada uno se come cuatro libras
de arroz al día. Su táctica maestra es preguntar sobre cosas que sabe,
para confirmar sus datos. Y en algunos casos para medir el calibre de su
interlocutor, y tratarlo en consecuencia.
Su
visión de América Latina en el porvenir, es la misma de Bolívar y
Martí, una comunidad integral y autónoma, capaz de mover el destino del
mundo. El país del cual sabe más después de Cuba, es Estados Unidos.
Conoce a fondo la índole de su gente, sus estructuras de poder, las
segundas intenciones de sus gobiernos, y esto le ha ayudado a sortear la
tormenta incesante del bloqueo.
Lo llaman: Fidel. Lo rodean sin riesgos, lo tutean, le discuten, lo contradicen, le reclaman, con un canal de transmisión inmediata por donde circula la verdad a borbotones. Es entonces que se descubre al ser humano insólito, que el resplandor de su propia imagen no deja ver. Este es el Fidel Castro que creo conocer: Un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua de palabras cautelosas y modales tenues e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal.
Sueña
con que sus científicos encuentren la medicina final contra el cáncer y
ha creado una política exterior de potencia mundial, en una isla 84
veces más pequeña que su enemigo principal. Tiene la convicción de que
el logro mayor del ser humano es la buena formación de su conciencia y
que los estímulos morales, más que los materiales, son capaces de
cambiar el mundo y empujar la historia.
Lo
he oído en sus escasas horas de añoranza a la vida, evocar las cosas
que hubiera podido hacer de otro modo para ganarle más tiempo a la vida.
Al verlo muy abrumado por el peso de tantos destinos ajenos, le
pregunté qué era lo que más quisiera hacer en este mundo, y me contestó
de inmediato: pararme en una esquina.
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