¿Por qué México se sacó la lotería con Trump? |DESFILADERO
Por: Jaime Avilés (@desfiladero132)
27 de enero 2017.- ¿Se acuerdan de Roger & Me, el documental de Michael Moore
sobre la decadencia de Flint, un pueblo de Michigan, donde se
arruinaron las fábricas de automóviles en los años 80, durante Reagan y
Bush I? Bueno, pues Obama no lo entendió, Hillary no lo entendió, Bernie Sanders no lo entendió. En cambio, Trump sí lo entendió y por eso ganó la presidencia de Estados Unidos.
Aunque la película es de 1989, de acuerdo con Hernando Gómez Buendía, periodista colombiano del diario El Espectador,
“desde el año 2000 se han cerrado 70 mil fábricas en Estados Unidos y
más de cinco millones de empleos se han ido para China. Y este, ni más
ni menos, es el hecho que explica la elección de Trump”.
A partir de un viejo esquema elemental
—el Partido Demócrata es el complejo industrial militar y el Republicano
es la industria del petróleo— Desfiladero pronosticó, semanas antes del
8 de noviembre, que Hillary multiplicaría las guerras en el mundo
y agudizaría el antagonismo de la Casa Blanca con el Kremlin, en tanto
que, con Trump, se daría un entendimiento muy significativo entre Moscú y
Washington.
Como ya lo he dicho, nunca me cansaré de celebrar la derrota de Hillary.
Gómez Buendía escribe: “Trump se opone a declarar más guerras (…)
tiene, sin embargo, el desafío de salir del avispero que Bush (II) armó y
que Obama no acabó de liquidar. Su fórmula es sencilla: un acuerdo con
Rusia para restablecer el orden —cualquier orden— en Oriente Medio”, que
empezaría, agrega, por reconocer la dictadura de Siria y reiterar su apoyo a Israel contra Palestina, cosa, esta última, digo yo, que también habría hecho Hillary.
Trump, y con esto dejo en paz a Gómez
Buendía, “tiene dos objetivos perfectamente definidos: evitar atentados
terroristas y devolver el empleo a Estados Unidos”, lo que implica pactar con Rusia y convertir a China “en el centro de la tensión mundial”. El sucesor de Obama es abominable, pero su proyecto es lo mejor que podría haberle pasado a México. ¿Por qué?
La noticia más positiva de esta semana dice que Trump anuló, con el poder de su firma, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica
(ATP abreviado en español o TTP en inglés). Éste era tan maligno, tan
dañino para los trabajadores de los países signatarios, que fue
negociado en secreto por Obama, Hillary y los gobiernos de Canadá, México, Perú y Chile, así como por Japón, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Brunei, Singapur y Vietnam.
Pedro Miguel lo describe como “un mecanismo de anulación de los estados nacionales ante los embates de los capitales sin patria” (La Jornada, 24/1/17). En marzo de 2015, un borrador del acuerdo, fechado en enero de ese año, estableció que las empresas extranjeras tendrían “mayores poderes para demandar directamente a los gobiernos firmantes en tribunales extrajudiciales, conformados de manera discrecional”.
Peor todavía: las empresas extranjeras iban a tener derecho
de “exigir compensaciones, pagadas por los contribuyentes, ante
acciones gubernamentales, financieras, de salud, ambientales, de uso de
suelo y otras”, cuando consideraran que no eran respetados los
privilegios que les otorgaría el ATP. ¿No es Peña Nieto un traidor a la
patria por tratar de arrastrar a México a ese estercolero? Lo es, pero
las negociaciones empezaron en 2010 y las impulsó ese otro rejijo de la chingada que se llama Felipe Calderón.
En el marco del ATP, una firma extranjera podría privatizar los mantos acuíferos del país
y el suministro de h2o a las ciudades, y si el gobierno cediera a las
presiones ciudadanas para que los inversionistas dejaran de matarnos de
sed, un tribunal, por encima de las leyes internacionales, podría
sancionar a ese gobierno y condenarlo a cobrarnos nuevos impuestos para indemnizar a la empresa “afectada”.
Esta aberración se fue al demonio, gracias a Trump,
aunque Trump, inspirado en el propio ATP, piense en castigarnos con
nuevos impuestos para cubrir los gastos del muro, algo que no sucederá, y
no porque Peña se oponga, sino porque Peña, su gabinete asesino y la
dictadura salinista que lo respalda, van de salida: su etapa histórica, inaugurada en 1982, ha llegado a su fin.
¿No es motivo como para destapar una caguama bien fría y brindar por la muerte del ATP y la derrota de Hillary? Trump dice también que va en contra del TLC, pero no sabe, o finge ignorar, que no le bastará con su poderosa firma para echarlo abajo, pues los poderes legislativos de Estados Unidos, Canadá y México
tendrían que votar el procedimiento. Para nuestro país, la anulación de
la cláusula relacionada con el campo, sería simplemente maravillosa.
Salinas de Gortari aceptó, al firmar el TLC, que México dejara de apoyar a sus productores rurales. Zedillo
acabó con los precios de garantía de las cosechas, eliminó los
subsidios a fertilizantes, tractores, bueyes, etcétera, y abandonó a los
campesinos a sus miserias, pero aceptó que Estados Unidos brindara todo
tipo de asistencia técnica y económica a sus propios farmers. Ya conocemos los resultados.
Al abrir las fronteras, para que exportadores agrícolas de todo el mundo introdujeran sus mercancías sin pagar impuestos,
una piña de Filipinas —conozco muy bien este caso— salió a la venta en
tres pesos en los supermercados del DF, mientras los campesinos de
Oaxaca se veían en la necesidad de pedir diez pesos por una piña no
menos sabrosa que la asiática, debido a que de esos diez pesos tuvieron
que pagar cinco nada más por sacarla de la tierra y llevarla a la ciudad
más cercana. Nuestro campo fue asesinado por Salinas y, en consecuencia, se despobló, y en muchos lugares del país hoy los cultivos predominantes son la mariguana y la amapola.
Rogelio Ramírez de la O —vuelvo
a citarlo y ahora sí lo haré bien— estima que Trump y sus magnates
aspiran a recuperar “una masa de tres mil millones de millones de
dólares” dispersos por el mundo, para invertirlos en Estados Unidos. Con
ese dinero respaldaría su promesa electoral de crear millones de empleos para el proletariado blanco que lo llevó al poder
y reducir su dependencia de los trabajadores migrantes y disminuir las
importaciones: dos amenazas directas, o una doble amenaza, para los
mexicanos pobres que aquí no tienen futuro, y para los mexicanos ricos,
que en lo personal exportan a Estados Unidos 95 por ciento de lo que
fabrican, aunque en términos más amplios, México envíe “sólo” 78 por ciento de su producción a los mercados del imperio.
La dictadura salinista
es una maquinaria diseñada para concentrar la riqueza en muy pocas manos
y despojar de la tierra, el trabajo, la vivienda, la salud, los
alimentos, y por supuesto del dinero, a la inmensa mayoría de la
población. No sabe hacer las cosas de otro modo. Sus funciones básicas
son imponer políticas públicas inhumanas, y mediante la
violencia legal e ilegal, saquear los recursos del país, castigar a la
gente de mil maneras y de mil maneras excluirla.
A esto es a lo que el proyecto de Trump
—¡alabado sea Alá en Alabama!— se opone. Según él no necesita, que el
salinismo continúe obligándonos a emigrar a Estados Unidos para buscar
lo que aquí se nos niega. Insiste en que va a deportar a millones de trabajadores mexicanos y que México se rasque con sus propias uñas. Perfecto. Ante tales perspectivas, el salinismo no tiene respuestas, ni imaginación,
ni cuadros capaces de impulsar políticas alternativas, ni siquiera una
figura electoralmente atractiva para perpetuarse en el poder en 2018.
¿Esto explica por qué Ricardo Salinas Pliego aceptó colocar a Esteban Moctezuma,
presidente de Fundación Azteca, como un puente para acercarse a AMLO?
¿O por qué los industriales de Monterrey están en el equipo de AMLO a
través de Alfonso Romo? ¿O por qué el mismísimo Carlos Slim
pronunció un discurso, apenas anteayer, miércoles, para subrayar la
necesidad de fortalecer el mercado interno, como desde hace años lo
propone AMLO?
No tardarán los subcomandantes marcos en salirnos con que AMLO es la nueva carta del salinismo y los lectores de Ricardo Alemán, de Rafael Pérez Gay, de Héctor de Mauleón, de Yuriria Sierra
y del resto de la opinocracia al servicio de la dictadura salinista
preguntarán con el odio que en ellos ha incubado la propaganda: ¿pero, AMLO alguna vez ha propuesto algo? Si no trabaja…
Del plan de gobierno y de las proyectos, esencialmente antisalinistas, que AMLO expone en La salida,
su libro más reciente, el número quince en la producción bibliográfica
del máximo dirigente opositor del país, tratará esta columna en sus
próximas entregas. Pero hasta entonces nada más recuerden: si hubiera
ganado Hillary, la sucesora de Peña sería Margarita Zavala, estaríamos en el ATP y todo seguiría igual que hoy, con toda la carga de miseria y horrores que esto supone. Trump es un monstruo,
sí, pero su proyecto proteccionista nos obligará, después de 35 años, a
terminar con el régimen que destrozó este país. Por eso digo que con
Trump México se sacó la lotería.
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