Playa Girón
Adolfo Orive @Adolfo_OriveB
SDP 2011-04-15
Discurso pronunciado en la Embajada de Cuba, en ocasión del 50 Aniversario de la defensa de Playa Girón, luego de la pretendida invasión norteamericana a Cuba en 1961.
Ciudad de México
14 de abril de 2011
Adolfo Orive
Imaginemos una época cuando las izquierdas teníamos mística, tratábamos de cambiar la realidad, dejábamos nuestro trabajo y aún a nuestras familias para lograr una realidad más justa, más equitativa… cuando no pensábamos sólo en elecciones y cargos de representación popular…
Imaginemos una época en la que el socialismo real no sólo no se había desvanecido como un castillo de naipes y la poderosa URSS no se había desintegrado, sino que la inmensa mayoría de los pueblos, que en aquella época nos llamábamos subdesarrollados, sabíamos que la construcción del socialismo –el horizonte de esperanza— estaba al alcance de nuestras manos…
Imaginemos una época en la que Mao Tse Tung y Ho Chi Minh conducían a sus pueblos en la construcción de realidades anticapitalistas. Imaginemos una época cuando Patricio Lumumba luchaba por la liberación del Congo y Fidel Castro y el Ché Guevara estaban dedicados cada hora del día y de la noche a luchar por un mundo mejor… Cuando el General Lázaro Cárdenas construía en México el movimiento de liberación nacional…
Les estoy hablando, no de hace muchos siglos, sino apenas de hace 50 años.
Dos años y poco más de tres meses antes de ese 14 de abril de 1961, las dos columnas revolucionarias encabezadas por el Ché Guevara y Camilo Cienfuegos habían tomado La Habana, y ocho días después Fidel Castro, arriba de un tanque, volteaba la cabeza y le preguntaba a su íntimo amigo: “¿Vamos bien Camilo?”.
En dos años y tres meses de responder, siempre para adelante, a las necesidades del pueblo cubano, Fidel había podido llegar a crear una coyuntura en la que, ante una plaza llena, le preguntaba a más de un millón de compatriotas:
“¿Están de acuerdo con la Reforma agraria? ¿Están de acuerdo con la Reforma urbana? ¿Están de acuerdo con todas las medidas que el gobierno revolucionario ha tomado?”.
Y ante la aprobación unánime de la gente, él les contestó:
“Eso que estamos viviendo, se llama ¡socialismo!”.
Meses antes de ese 14 de abril de 1961, el gobierno estadounidense había reunido a unos mil cien mercenarios para entrenarlos, primero en Miami y luego en Guatemala, para llevarlos a invadir la isla de Cuba, desembarcándolos en Playa Girón, la que ellos llamaban Bahía de Cochinos.
Ese mismo 14 de abril de 1961, el General Lázaro Cárdenas –uno de los más grandes mexicanos de nuestra historia— se vistió de caqui, se enfundó una 45 al cinto y, parado en la sala de su casa, ahí en la calle de Andes, nos esperaba a un grupo de jóvenes mexicanos que estábamos decididos a acompañarlo en la brigada internacional; brigada que se transportaría ese mismo día a Cuba, para acompañar a Fidel y al pueblo cubano en la defensa de su soberanía.
Un DC3 proporcionado por un amigo del General nos esperaba en la cabecera de la pista del aeropuerto de la Ciudad de México, pero no contábamos con los celos del entonces Presidente de la República, que no estaba dispuesto a ver crecer la figura internacional de Lázaro Cárdenas.
Pasaban las horas y las noticias de lo que realmente sucedía en Playa Girón nos eran desconocidas. Para nosotros, jóvenes en esa época, la urgencia de estar en la lucha era todo: la vida no se pensaba…; la soberanía de la patria, la emancipación de los pueblos era lo que primaba. Mientras tanto el General seguía usando todas sus influencias y relaciones para presionar al presidente a fin de que dejara despegar al DC3.
Así, con la tensión de quien quiere dar la vida para salvar la soberanía de una patria hermana y la honra de los pueblos latinoamericanos que tantas veces en la historia sido mellada por las tropas invasoras de los imperios, pasaron dos largos días.
Y, al tercer día, como por arte de magia, arte de magia hoy desconocido por los jóvenes actuales que tienen acceso a las noticias mundiales en tiempo real, nos llegó una imagen de un joven cubano, corpulento, de 1.90 de estatura y con 34 años de edad, saltando de una tanqueta y gritándole a su pueblo: “¡Victoria, derrotamos a los mercenarios del imperio del Norte!”. Era, por supuesto, Fidel Castro.
El General Cárdenas nos reunió, en su despacho, al pequeño grupo que integrábamos la que quería ser brigada internacional y nos indicó que debíamos realizar una gran concentración en el Zócalo. La mayoría de nosotros éramos dirigentes estudiantiles y pudimos convocar, en horas, a miles y miles de mexicanos, la mayoría jóvenes, cuyo corazón había estado latiendo durante 72 horas al mismo ritmo de los latinos del pueblo cubano.
Estaba ya obscureciendo cuando el General Cárdenas llegó al Zócalo. Ya estando en la plaza mayor de la República, el gobierno federal nos cortó todas las fuentes de energía, y con el Ejército, cercó todas las calles que llegaban al Zócalo. Teníamos que hacer algo para escuchar las palabras del General Cárdenas, que además hablaba muy bajito… Así es que acercamos un coche al centro de la plancha, nos sentamos a su alrededor, y subido él en el toldo, con la vehemencia que le dieron la historia de su entrega a las mejores causas de los pueblos y su propia consciencia, nos infundó, una vez más, la importancia de luchar por lo que significa la patria, la soberanía de los pueblos y la lucha por la equidad; valores, todos ellos, que se están perdiendo en el mundo neoliberal de ahora, a pasos vertiginosos.
Un par de días después, el gobierno revolucionario de Cuba, nos invitó a los voluntarios a conocer su país: fue un privilegio para quienes éramos sus hermanos de lucha.
Apenas aterrizamos en el aeropuerto Martí, nos llevaron a Playa Girón y todavía nos tocó entrevistar, con las viejas grabadoras de entonces, a uno de los últimos mercenarios que estaba saliendo de la zona pantanosa, aledaña a la playa. Nos contó cómo fueron entrenados y cómo, según él, habían sido engañados respecto al pueblo cubano y cómo éste, supuestamente, se levantaría en masa para derribar al gobierno revolucionario.
Días después, un evento en un gran teatro de La Habana. Los congregados: latinoamericanos, europeos, asiáticos, africanos, todos esperando a Fidel, que por cierto y dicho con todo respeto, era poco puntual… De repente nos invadió a los más de mil asistentes, el ánimo revolucionario cubano y sin conocernos entre nosotros, hicimos una larga fila de internacionalistas, y empezamos a bailar, cantando: “Fidel, Fidel, qué tiene Fidel que los norteamericanos no pueden con él…”. Luego de muchos minutos llegó Fidel. Nos explicó, durante horas, los momentos fundamentales de la Revolución que estaba construyendo, como decían los poetas de los 30: golpe a golpe, verso a verso; porque no sólo el camino se estaba haciendo al andar, también el caminante.
Luego, en un salón relativamente pequeño, unos 10 ó 15 de nosotros, platicando horas y horas en corto sobre la Revolución Cubana con el Ché y Raúl. El tema, claro, era lo que se estaba haciendo en Cuba para construir el socialismo, y también lo que todos pensábamos para la transformación revolucionaria de nuestros respectivos países.
Para finalizar, nos obsequiaron tres semanas recorriendo los campos y las ciudades de la isla, platicando horas y horas con campesinos y trabajadores sobre lo que, como protagonistas ellos, habían destruido del viejo régimen y cómo estaban participando en la construcción de uno nuevo, en el cual ellos serían los sujetos de la historia.
Ho Chi Minh, Giap y el pueblo vietnamita habían ya derrotado al imperialismo francés, en 1957. El 14 de abril de 1961, Fidel Castro y el pueblo cubano derrotaron en la primera batalla a los enviados del imperialismo estadounidense y cada día, desde 1962 en que se impuso el bloqueo, han seguido ganándole batallas al máximo imperio del siglo XX.
Viva la Victoria de Playa Girón
Vivan los pueblos soberanos de América Latina
Muchas gracias por su atención.
http://sdpnoticias.com/columna/2170/Playa_Giron
Adolfo Orive @Adolfo_OriveB
SDP 2011-04-15
Discurso pronunciado en la Embajada de Cuba, en ocasión del 50 Aniversario de la defensa de Playa Girón, luego de la pretendida invasión norteamericana a Cuba en 1961.
Ciudad de México
14 de abril de 2011
Adolfo Orive
Imaginemos una época cuando las izquierdas teníamos mística, tratábamos de cambiar la realidad, dejábamos nuestro trabajo y aún a nuestras familias para lograr una realidad más justa, más equitativa… cuando no pensábamos sólo en elecciones y cargos de representación popular…
Imaginemos una época en la que el socialismo real no sólo no se había desvanecido como un castillo de naipes y la poderosa URSS no se había desintegrado, sino que la inmensa mayoría de los pueblos, que en aquella época nos llamábamos subdesarrollados, sabíamos que la construcción del socialismo –el horizonte de esperanza— estaba al alcance de nuestras manos…
Imaginemos una época en la que Mao Tse Tung y Ho Chi Minh conducían a sus pueblos en la construcción de realidades anticapitalistas. Imaginemos una época cuando Patricio Lumumba luchaba por la liberación del Congo y Fidel Castro y el Ché Guevara estaban dedicados cada hora del día y de la noche a luchar por un mundo mejor… Cuando el General Lázaro Cárdenas construía en México el movimiento de liberación nacional…
Les estoy hablando, no de hace muchos siglos, sino apenas de hace 50 años.
Dos años y poco más de tres meses antes de ese 14 de abril de 1961, las dos columnas revolucionarias encabezadas por el Ché Guevara y Camilo Cienfuegos habían tomado La Habana, y ocho días después Fidel Castro, arriba de un tanque, volteaba la cabeza y le preguntaba a su íntimo amigo: “¿Vamos bien Camilo?”.
En dos años y tres meses de responder, siempre para adelante, a las necesidades del pueblo cubano, Fidel había podido llegar a crear una coyuntura en la que, ante una plaza llena, le preguntaba a más de un millón de compatriotas:
“¿Están de acuerdo con la Reforma agraria? ¿Están de acuerdo con la Reforma urbana? ¿Están de acuerdo con todas las medidas que el gobierno revolucionario ha tomado?”.
Y ante la aprobación unánime de la gente, él les contestó:
“Eso que estamos viviendo, se llama ¡socialismo!”.
Meses antes de ese 14 de abril de 1961, el gobierno estadounidense había reunido a unos mil cien mercenarios para entrenarlos, primero en Miami y luego en Guatemala, para llevarlos a invadir la isla de Cuba, desembarcándolos en Playa Girón, la que ellos llamaban Bahía de Cochinos.
Ese mismo 14 de abril de 1961, el General Lázaro Cárdenas –uno de los más grandes mexicanos de nuestra historia— se vistió de caqui, se enfundó una 45 al cinto y, parado en la sala de su casa, ahí en la calle de Andes, nos esperaba a un grupo de jóvenes mexicanos que estábamos decididos a acompañarlo en la brigada internacional; brigada que se transportaría ese mismo día a Cuba, para acompañar a Fidel y al pueblo cubano en la defensa de su soberanía.
Un DC3 proporcionado por un amigo del General nos esperaba en la cabecera de la pista del aeropuerto de la Ciudad de México, pero no contábamos con los celos del entonces Presidente de la República, que no estaba dispuesto a ver crecer la figura internacional de Lázaro Cárdenas.
Pasaban las horas y las noticias de lo que realmente sucedía en Playa Girón nos eran desconocidas. Para nosotros, jóvenes en esa época, la urgencia de estar en la lucha era todo: la vida no se pensaba…; la soberanía de la patria, la emancipación de los pueblos era lo que primaba. Mientras tanto el General seguía usando todas sus influencias y relaciones para presionar al presidente a fin de que dejara despegar al DC3.
Así, con la tensión de quien quiere dar la vida para salvar la soberanía de una patria hermana y la honra de los pueblos latinoamericanos que tantas veces en la historia sido mellada por las tropas invasoras de los imperios, pasaron dos largos días.
Y, al tercer día, como por arte de magia, arte de magia hoy desconocido por los jóvenes actuales que tienen acceso a las noticias mundiales en tiempo real, nos llegó una imagen de un joven cubano, corpulento, de 1.90 de estatura y con 34 años de edad, saltando de una tanqueta y gritándole a su pueblo: “¡Victoria, derrotamos a los mercenarios del imperio del Norte!”. Era, por supuesto, Fidel Castro.
El General Cárdenas nos reunió, en su despacho, al pequeño grupo que integrábamos la que quería ser brigada internacional y nos indicó que debíamos realizar una gran concentración en el Zócalo. La mayoría de nosotros éramos dirigentes estudiantiles y pudimos convocar, en horas, a miles y miles de mexicanos, la mayoría jóvenes, cuyo corazón había estado latiendo durante 72 horas al mismo ritmo de los latinos del pueblo cubano.
Estaba ya obscureciendo cuando el General Cárdenas llegó al Zócalo. Ya estando en la plaza mayor de la República, el gobierno federal nos cortó todas las fuentes de energía, y con el Ejército, cercó todas las calles que llegaban al Zócalo. Teníamos que hacer algo para escuchar las palabras del General Cárdenas, que además hablaba muy bajito… Así es que acercamos un coche al centro de la plancha, nos sentamos a su alrededor, y subido él en el toldo, con la vehemencia que le dieron la historia de su entrega a las mejores causas de los pueblos y su propia consciencia, nos infundó, una vez más, la importancia de luchar por lo que significa la patria, la soberanía de los pueblos y la lucha por la equidad; valores, todos ellos, que se están perdiendo en el mundo neoliberal de ahora, a pasos vertiginosos.
Un par de días después, el gobierno revolucionario de Cuba, nos invitó a los voluntarios a conocer su país: fue un privilegio para quienes éramos sus hermanos de lucha.
Apenas aterrizamos en el aeropuerto Martí, nos llevaron a Playa Girón y todavía nos tocó entrevistar, con las viejas grabadoras de entonces, a uno de los últimos mercenarios que estaba saliendo de la zona pantanosa, aledaña a la playa. Nos contó cómo fueron entrenados y cómo, según él, habían sido engañados respecto al pueblo cubano y cómo éste, supuestamente, se levantaría en masa para derribar al gobierno revolucionario.
Días después, un evento en un gran teatro de La Habana. Los congregados: latinoamericanos, europeos, asiáticos, africanos, todos esperando a Fidel, que por cierto y dicho con todo respeto, era poco puntual… De repente nos invadió a los más de mil asistentes, el ánimo revolucionario cubano y sin conocernos entre nosotros, hicimos una larga fila de internacionalistas, y empezamos a bailar, cantando: “Fidel, Fidel, qué tiene Fidel que los norteamericanos no pueden con él…”. Luego de muchos minutos llegó Fidel. Nos explicó, durante horas, los momentos fundamentales de la Revolución que estaba construyendo, como decían los poetas de los 30: golpe a golpe, verso a verso; porque no sólo el camino se estaba haciendo al andar, también el caminante.
Luego, en un salón relativamente pequeño, unos 10 ó 15 de nosotros, platicando horas y horas en corto sobre la Revolución Cubana con el Ché y Raúl. El tema, claro, era lo que se estaba haciendo en Cuba para construir el socialismo, y también lo que todos pensábamos para la transformación revolucionaria de nuestros respectivos países.
Para finalizar, nos obsequiaron tres semanas recorriendo los campos y las ciudades de la isla, platicando horas y horas con campesinos y trabajadores sobre lo que, como protagonistas ellos, habían destruido del viejo régimen y cómo estaban participando en la construcción de uno nuevo, en el cual ellos serían los sujetos de la historia.
Ho Chi Minh, Giap y el pueblo vietnamita habían ya derrotado al imperialismo francés, en 1957. El 14 de abril de 1961, Fidel Castro y el pueblo cubano derrotaron en la primera batalla a los enviados del imperialismo estadounidense y cada día, desde 1962 en que se impuso el bloqueo, han seguido ganándole batallas al máximo imperio del siglo XX.
Viva la Victoria de Playa Girón
Vivan los pueblos soberanos de América Latina
Muchas gracias por su atención.
http://sdpnoticias.com/columna/2170/Playa_Giron
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