fe de erratas

13 jul 2008


República Cromañón y el News Divine

Jaime Avilés

La Jornada 12 Julio 2008


Se llamaba República Cromañón. Era un local de mil metros cuadrados, en el barrio Once de la ciudad de Buenos Aires. La noche del 30 de diciembre de 2004, cuando se incendió, había en su interior 4 mil personas ansiosas de escuchar al grupo de rock Callejeros. De pronto, un niño de cinco años, montado en los hombros de su papá, disparó una luz de bengala. Esta voló hacia una cortina y el fuego se propagó al resto del decorado. El aire, en cosa de segundos, adquirió una temperatura superior a 100 grados centígrados. Debido a que las salidas de emergencia estaban cerradas con cadenas y candados –por órdenes del dueño–, la gente huyó enloquecida por la puerta principal. Pero aunque nadie sufrió quemaduras graves, 199 espectadores murieron al inhalar ese aire que les calcinó los pulmones.


El público de aquella noche estaba formado sobre todo por jóvenes menores de 18 años, de la franja social más desamparada, que ya eran padres de familia pero aún vivían bajo la protección económica de sus propios padres, apenas 20 años mayores que ellos: una amalgama de tres generaciones que se desplazaba en grandes contingentes a los conciertos musicales y a los partidos del Boca Juniors, cargando banderolas y fuegos de artificio. Esto explica por qué uno de los baños del antro había sido habilitado como guardería de bebitos y por qué el personal de seguridad había decomisado tantas luces de bengala, habituales en los estadios de futbol.


Después del incendio estalló un movimiento en contra del alcalde Aníbal Ibarra. Fuera de la discoteca, los deudos improvisaron un altar con fotos de las víctimas, flores y mensajes como los siguientes: “Gloria eterna a nuestros angelitos”. “Nuestros invisibles están en el cielo con Dios”. “Pena de muerte para todos los culpables”. Y otros, escritos con la nueva gramática de los teléfonos celulares: “¡hasta 100pre, pibes!”. Pronto se sumaron a la lucha pequeñas sectas de “izquierda”, actualmente aliadas a los terratenientes que hoy tratan de derrocar a Cristina Fernández.


Agobiado por la presión de los medios, Aníbal Ibarra ordenó una inspección exhaustiva de todos los antros de la ciudad. Clausuró 20 más. Cuando se supo que éstos presentaban las mismas irregularidades que Cromañón, subieron de tono las críticas en su contra. Era un joven cuadro y Néstor Kirchner tenía grandes planes para él. Sin embargo, después del incendio, vivió los siguientes dos años consagrado al intento inútil de contrarrestar los embates de quienes, más allá del dolor de los familiares y amigos de los finados, le sacaban raja política a la tragedia.


Cuando Aníbal Ibarra renunció, hubo al poco tiempo elecciones y el gobierno de Buenos Aires cayó en manos de un empresario de ultraderecha, el dueño del Boca Juniors, Mauricio Macri, obsesionado por devolver a los patrones las empresas recuperadas por los trabajadores tras la crisis del corralito.


Ahora, cuatro años después del caso República Cromañón en Argentina, surge en México el caso News Divine: un establecimiento ubicado en la misma franja social que el de allá, con un público similar en términos económicos y culturales, y con una rentabilidad política de larga duración, que puede mantener contra las cuerdas al gobierno de Marcelo Ebrard e incluso derribarlo, si quienes lo eligieron no salen en su defensa cuando las circunstancias lo ameriten.


Por lo pronto, las renuncias de las tres figuras públicas más importantes implicadas en el desastre –el delegado Francisco Chíguil, el secretario de Seguridad Pública, Joel Ortega, y el procurador capitalino, Rodolfo Félix Cárdenas–, pueden dar origen a un nuevo choque entre Ebrard y Felipe Calderón. Muy pronto.


De acuerdo con las leyes vigentes, el jefe del Gobierno capitalino tiene la facultad de proponer, solamente proponer, no de designar, al secretario de Seguridad Pública y al procurador local. Pero le corresponde al titular del Ejecutivo federal aprobar –sí, dar su venia, como si fuera un monarca decidiendo los destinos de una colonia– las sugerencias hechas por quien de este modo se convierte en una especie de subordinado. Es por ello que, hasta el momento, el doctor Miguel Ángel Mancera, sucesor de Félix Cárdenas, funge como “encargado del despacho” al frente de la procuraduría, mientras el doctor Manuel Mondragón y Kalb, en lugar de Joel Ortega, hace lo propio al frente de Seguridad Pública.

Para que uno reciba el cargo de procurador y otro el de secretario, falta que Calderón regrese de China y dé su beneplácito a las propuestas de Ebrard, quien no se reunirá con él para solicitárselo. Si Calderón dice que no, que Mancera y Mondragón no le gustan, Ebrard podrá hacer una de las siguientes dos cosas: elevar al trono nuevas propuestas, hasta que alguna le satisfaga al de Los Pinos, o encogerse de hombros y olvidarse del asunto, dejando a los mencionados doctores en calidad de encargados de despacho hasta el último día de su gobierno.

El obispo de Saltillo, don Raúl Vera López, ha subrayado que Ebrard tardó sólo 18 días en despedir a las dos principales cabezas del gabinete de seguridad, y aun así fue criticado en los medios por su “lentitud”, mientras Calderón nada ha hecho, a lo largo de año y medio, en contra de un asesino serial como Ulises Ruiz, de un violador de derechos humanos como Mario Marín, de un contratista ilegal como Juan Camilo Mouriño, o del dueño de la mina Pasta de Conchos. Pero aquí no es la velocidad lo que marca la diferencia.


Ebrard no puede permitir que Calderón le imponga a nadie en esos dos puestos claves, porque ello sería lo mismo que entregarle las llaves de la ciudad a los cárteles, que aquí no han podido actuar como en los estados del norte del país porque el GDF aplica otra política. No olvidemos que Mouriño “coordina” per-so-nal-men-te a las fuerzas del orden en Sinaloa, con una eficacia tan grande que sólo anteayer, en Culiacán, hubo en las calles una docena de asesinatos, en los cuales perdieron la vida varios inocentes.

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