Entrevista a François Houtart, sacerdote y sociólogo
"La construcción de redes es la vía del futuro"
Marcelo Colussi
Argenpress
François Houtart es sacerdote católico. Pero ante todo, es un incansable luchador social. "No podemos ser otra cosa que revolucionarios", dijo en alguna oportunidad. Nacido en Bélgica en 1925 y ordenado cura en 1949, es dueño de una vasta cultura, habiendo estudiado filosofía, teología, ciencias políticas y sociología. Habla a la perfección varios idiomas. Ha viajado por medio mundo (Asia, Africa y América Latina) en relación a problemas socio-religiosos. Es autor de más de 40 libros, muchos de ellos con traducciones a varias lenguas. Sólo por mencionar algunos, podemos citar "El cambio social en América Latina" (1964), "Sociología de la religión" (1992), "La Tiranía del Mercado" (2001), "Mercado y Religión" (2002).
Entre algunas de sus credenciales podemos decir que es profesor emérito de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), director del Centro Tricontinental, miembro del Consejo Internacional del Foro Social Mundial de Porto Alegre, presidente de la Liga Internacional por el Derecho y la Libertad de los Pueblos, y además secretario ejecutivo del Foro Mundial de Alternativas que, tal como dice su página electrónica, es una "red internacional de centros de investigación destinada a apoyar los proyectos emergentes de la convergencia internacional de los movimientos sociales y otros actores de la sociedad civil de base.
Lo hace construyendo los espacios de reflexión y coordinación, poniendo a disposición de los movimientos sociales y ONGs, las herramientas de información y análisis sobre mundialización de las resistencias y contribuyendo a la difusión de los conocimientos de las luchas internacionales en curso". Tanto el Foro como la figura de François Houtart son actualmente referentes de los movimientos alternativos en todo el mundo.
Argenpress dialogó con él, en español, por medio de su corresponsal Marcelo Colussi.
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Argenpress: El sistema capitalista parece estar llevando al mundo completo a una situación de catástrofe: guerras continuas, desastre medioambiental sin precedentes, explosivas diferencias entre ricos y pobres. ¿Hay salida para esto? ¿Cómo?
François Houtart: De verdad el sistema capitalista está llevando la humanidad a una doble catástrofe, ecológica y social. De verdad, también algunos filósofos piensan que ya es demasiado tarde y que la unidad ha llegado al fin de su historia. De hecho parece, tanto según los especialistas del clima como de los economistas o especialistas de ciencias sociales, que existen salidas y alternativas en los dos sectores. Sin embargo, por una parte parecen quedar pocos años antes de llegar a una irreversibilidad de las transformaciones climáticas y por otra parte las situaciones sociales, combinadas con los efectos de la destrucción de la naturaleza sobre los más pobres, podría conducir a exclusiones sociales de gran dimensión. Lo que significa que las alternativas posibles necesitan una voluntad política. Se necesita a la vez una utopía, en el sentido de realizar lo que no existe hoy pero que puede existir mañana, y políticas concretas que permitan realizar pasos inmediatos.
Los grandes ejes de la utopía aparecen ser los siguientes: un desarrollo sostenible y una utilización del mismo tipo de los recursos naturales. Eso exige un control colectivo de estos recursos, que no pueden servir solamente los intereses de una minoría. Significa también otra filosofía de las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza, es decir, salir de la "explotación" para entrar en el respecto y la simbiosis entre los seres humanos y la naturaleza, en el sentido de la Pachamama. Eso contradice radicalmente la lógica del capitalismo, en gran parte favorecida por la lógica instrumental del siglo de las Luces.
La segunda orientación es de privilegiar el valor de uso sobre el valor de cambio. Este último es el valor exclusivo reconocido por el sistema capitalista. Es por eso que todo tiene que transformarse en mercancía, a fin de poder promover ganancias y desembocar sobre un proceso de acumulación del capital. Promover el valor de uso significa establecer como valor central las necesidades de la gente. Eso de nuevo contradice la lógica del capitalismo y define la economía como la actividad destinada a producir las bases de la vida, física, cultural, espiritual de todos los seres humanos en el universo. Desde este punto de vista el capitalismo ha sido el sistema económico más ineficaz de todos los tiempos.
El tercer eje es una democracia generalizada, no solamente en política sino también en los campos económicos, sociales, culturales, religiosos y entre hombres y mujeres. Finalmente, la multiculturalidad permitirá la contribución de todas las culturas, y no solamente de la cultura occidental, a la construcción de una lógica poscapitalista, incluyendo las filosofías, los saberes, las religiones que todos pueden llevar un aporte. Significa evidentemente privilegiar valores tradicionales, como la relación de simbiosis con la naturaleza y la solidaridad contra el individualismo exacerbado y también las religiones de promover una teología de la liberación y una ética que va más allá de la condena de los abusos y excesos del capitalismo, sino de su lógica.
Sobre estos ejes, se pueden construir políticas concretas, incluyendo pasos pequeños y cotidianos que permiten de llegar a este fin.
Sobre estos ejes, se pueden construir políticas concretas, incluyendo pasos pequeños y cotidianos que permiten de llegar a este fin.
Argenpress: Las ilusiones de cambios sociales del siglo XX parecieran muy golpeadas hoy, luego de la caída de buena parte de las primeras experiencias socialistas. Más allá del triunfalista discurso de la derecha, la historia no ha terminado, pero sin embargo el campo popular pareciera bastante castigado. ¿Cómo se va a recomponer ese campo? ¿Cómo retomar los ideales de décadas pasadas por un mundo de mayor justicia?
François Houtart: Es verdad que el campo popular ha sido golpeado por el neoliberalismo, tanto los movimientos obreros como campesinos y estudiantiles. La recomposición del campo popular está siguiendo las líneas de las agresiones del sistema sobre la gente. Hay muchos espacios de reconstrucción del campo popular, como en el aspecto de la lucha por la protección de la naturaleza, es decir de la biodiversidad, de las selvas, de las tierras, del agua, como dentro de la resistencia a la privatización de los servicios públicos, en sectores vitales, como el agua, la energía, el transporte, la salud, la educación. La organización de la resistencia popular en estos sectores es un factor ahora universal, pero no bastante construido de momento. La construcción de redes (por ejemplo Vía Campesina) y de redes de redes (por ejemplo con la campaña contra el ALCA, que reunió no solamente movimientos sociales diversos, sino ONG progresistas, iglesias, partidos políticos, gobiernos) es la vía del futuro. No se puede olvidar las ideas del pasado, aún si a veces el vocabulario no está más adecuado. Sin embargo con la globalización, son todos los grupos humanos que están sometidos a la ley del mercado y la resistencia los que tienen que organizarse en convergencia, respectando los objetivos y la autonomía de cada uno, pero organizando la lucha contra un enemigo común, que es la lógica del capitalismo y todas sus expresiones económicas, políticas y culturales.
Argenpress: ¿Cómo valorar todo este despertar popular que está teniendo lugar en Latinoamérica: la revolución bolivariana, los movimientos indígenas, el triunfo en elecciones de candidatos de la izquierda? ¿Esto marca una nueva etapa en la búsqueda de ese mundo nuevo soñado décadas atrás?
François Houtart: Es seguro que en el continente un despertar popular nuevo ha tomado lugar. De hecho, la era neoliberal fue también más agresiva contra el continente latinoamericano que contra muchos otros continentes del mundo. Desde ahí, la importante movilización en convergencia de los movimientos sociales y otras instituciones contra el ALCA. Estamos también frente a nuevas iniciativas que pueden indicar una vía de ciertas alternativas.
Lo importante es que los movimientos sociales podrían realmente representar los intereses de las clases sociales populares del continente. Los gobiernos antipopulares, como los de México o de Colombia reprimen, a veces de manera muy violenta, los movimientos sociales. En los nuevos gobiernos, hay diferencias. Algunos se apoyan realmente sobre la fuerza de estos movimientos, como en Bolivia, y otros no favorecen necesariamente un papel protagonista de movimientos sociales, como en el caso del Ecuador. De verdad, en varios países estos movimientos han sido muy debilitados, como en Venezuela o también Ecuador. El desafío nuevo es el papel de los movimientos sociales dentro de las nuevas iniciativas, en particular de integración.
Va a ser el caso del ALBA, con sus diferentes instituciones en el orden económico, político, cultural, pero también del Banco del Sur y de otras iniciativas de este tipo. Se debe redefinir el papel de los movimientos sociales, esta vez como actores participantes de construcciones nuevas, sin perder sus autonomías. El aporte de estos movimientos es esencial para el éxito de las nuevas iniciativas y para garantizar que ellas no significan solamente el fortalecimiento de algunas capas más progresistas de las burguesías locales o el apoyo al desarrollo de una burguesía nacional, que no tiene las mismas posibilidades que en los años sesenta, a causa de la globalización.
Argenpress: Además del manejo militar del mundo, los grandes poderes manejan la cultura, quizá un arma más poderosa que los misiles nucleares. There Is Not Alternative! (¡No hay alternativa!) dijo unos años atrás Margaret Tatcher en la cresta de la ola triunfal del neoliberalismo. ¿Es cierto? ¿Cuáles son las alternativas? ¿Cómo movernos ante estas "guerras culturales" a que estamos sometidos?
François Houtart: Es evidente que la cultura, en toda sus dimensiones, constituye un factor central en las transformaciones. Es el caso de la educación, de los medios de comunicación social, de la literatura, de las canciones, de la música y de la religión. Todo sistema necesita un aparato de legitimación. En muchos casos, los diferentes sectores de la cultura han sido utilizados, de manera implícita o a veces explícita, para justificar y realizar la hegemonía de las clases sociales oligárquicas. La cultura era elitista, los medios de comunicación al servicio del sistema y las religiones individuales y con una espiritualidad intimista. Los esfuerzos de transformación y de construcción de la lógica postcapitalista necesitan el apoyo de la cultura, sin embargo, que estos sectores sean puramente instrumentalizados en función de metas políticas inmediatas. Si no se respecta la autonomía de los distintos sectores de la cultura, no producen sus efectos en la sociedad.
Mantener la utopía, salir de las necesidades materiales cotidianas, crear la esperanza, son tareas de la cultura. La necesidad fundamental de transformar la lógica del sistema económico para evitar la destrucción del planeta y la extinción de la humanidad, es evidentemente una tarea también cultural.
Todos los sectores de la cultura tienen una obligación moral de expresar simbólicamente las metas nuevas, base de esperanzas, de manera implícita o explícita, siempre con su dinámica propia y su autonomía de producción.
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