México: República representativa, no democracia
http://sdpnoticias.com/columna/3977/Mexico_Republica_representativa_no_democracia
SDP Adolfo Orive @Adolfo_OriveB 2011-08-02
Continúa la supuesta discusión en torno a la importancia que tendría para el país que la Cámara Baja apruebe, sin modificación alguna, la minuta que envió el Senado de la República para conseguir la llamada “reforma política”. Obedeciendo a circunstancias e intereses específicos, existe un grupo de individuos dispuestos a erigirse como un nuevo grupo privilegiado, esta vez, bajo la bandera “ciudadana”.
Somos testigos de la ligereza con que se emiten juicios, diagnósticos y se utilizan algunas palabras cargadas de pretensión. Me llama la atención cuántas veces se habla de “democracia”, sin detenerse a reflexionar sobren su significado.
En sentido estricto, el sistema que actualmente rige a los mexicanos no es una democracia, sino una República. Bajo la nomenclatura de democracia representativa sustentada en un sistema competitivo de partidos y con una concepción liberal, se mantiene intacta la intención redactada por Madison y Hamilton en el siglo XIX para diseñar el modelo político de los Estados Unidos: no permitir que el pueblo tenga el poder, sino que el poder esté en manos de representantes más o menos ilustrados. Realizaron todo un planteamiento y lograron imponer su decisión (texto número 10 de “El Federalista”). Recordemos que nuestro sistema presidencialista se inspiró en el estadounidense.
La “exigencia” emanada de un grupo de “ciudadanos” por aprobar una reforma con corte presidencialista y que intenta fortalecer esa figura –discusión aparte si son concientes de ello o no—, corrobora cómo las instituciones de la democracia liberal representativa han sido introducidas en una realidad económica, social y cultural con tremendas inequidades, pues no ataca el terrible problema de las trayecto-dependencias culturales, algunas de décadas y otras seculares, las cuales son características de amplios sectores de la población, como el abstencionismo, la apatía, el peticionismo, la dependencia respecto al Estado, el paternalismo y el clientelismo.
Con esta “reforma” buscan que existan pocos ciudadanos empoderados que acaban funcionando –voluntaria o involuntariamente- en una estructura institucional que resulta oligárquica.
La democracia liberal representativa se está encargando de generar una distribución cada vez más inequitativa de capacidades ciudadanas relativas, es decir, una distribución inequitativa de capacidades políticas. Nada garantiza, nada fomenta que estos nuevos “representantes de la ciudadanía”, conozcan y mucho menos la ley los vincule con sectores y territorios con problemáticas tan grandes como diversas.
Tristemente para las mayorías y con un grado de perversión que atenta contra la democracia en su estado puro, buscan alejar el poder del pueblo. Es evidente que trabajan por mantener el statu quo, la oligarquía y dinamitar los movimientos ciudadanos.
Por eso, uno de los objetivos fundamentales de la izquierda es empoderar a la mayor cantidad de ciudadanos posibles mediante un proceso de construcción de instituciones que promuevan la democracia participativa en un proceso de alcance paulatino de capacidades políticas hacia el nivel de ciudadanía plena que caracteriza a los políticos que son representantes populares o dirigentes de los partidos de izquierda.
Involucrar cada vez más a los ciudadanos en procesos de acumulación de aprendizajes –la mayoría de ellos tácitos— respecto a la resolución de los problemas públicos, tanto de la sociedad como del Estado.
Para modificar la realidad de millones, es necesario dar paso a una concepción postliberal de la democracia donde movimientos u organizaciones sociales y cívicas funcionen como comunidades (gemeinschaft) definidas por identidades sociales, económicas y culturales, ya que solamente de esta manera logran satisfacer sus objetivos políticos.
Es solamente al interior de estas comunidades u organizaciones sociales participativas en los asuntos públicos, que los ciudadanos individuales pueden adquirir los conocimientos tácitos que los van empoderando en el proceso de alcanzar las capacidades que definen una ciudadanía plena.
La real y gran reforma debe incluir estos mecanismos de participación, involucrar a millones de personas organizadas en la resolución de sus problemáticas puesto que el Estado y su capacidad de respuesta, desde hace tiempo, han sido rebasados. En suma, convertir la República en un Estado democrático.
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