A ocho meses de la Casa Blanca
¿Castigo?: a Aristegui
Ahora: Ruiz Esparza y OHL
Impunidad institucionalizada
¿Castigo?: a Aristegui
Ahora: Ruiz Esparza y OHL
Impunidad institucionalizada
Julio Hernández López
REUNIÓN ORDINARIA DE LA CONAGO. El presidente Enrique Peña Nieto
encabezó los trabajos de la 49 reunión ordinaria de la Conago en
Tlaxcala. En una pausa Peña Nieto dialogó con Miguel Ángel Mancera, jefe
de Gobierno del DF; José Eduardo Calzado, gobernador de Querétaro;
Gabino Cué, de Oaxaca, y Roberto Sandoval, de NayaritFoto Alejandro Ancona/La Jornada de Oriente
Con indudable maestría,
el gobierno de Enrique Peña Nieto ha desaprovechado varias
oportunidades de instalar en los mexicanos un nivel de confianza en las
instituciones y en sus encargados actuales respecto a acusaciones de
tráfico de influencias y corrupción. Salvo casos menores, la política
oficial de Los Pinos ha consistido en una plena protección a los
fundadamente señalados como partícipes de actos de inmoralidad política y
corrupción administrativa, además del tendido de redes mediáticas de
distorsión y dilución de los casos que hubieran logrado saltar a la luz
pública, apostando esos poderes al paso del tiempo, tanto en función de
la desmemoria colectiva como de la aparición de nuevos escándalos que
ayudan al archivado político de los anteriores.
No podría ser de otra manera si el propio titular del Poder Ejecutivo
federal ha sido incapaz de justificar jurídica y políticamente sus
peculiares formas de enriquecimiento, en particular las referentes a lo
inmobiliario, en términos de presuntas herencias y donaciones
familiares, de adquisición de una casa de descanso y, sobre todo, en el
caso que marcará históricamente cuando menos la primera mitad del
ejercicio peñista, el de la Casa Blanca, asunto que cumple exactamente hoy ocho meses de haber sido difundido en La Jornada (
Pone casa a Peña y familia firma beneficiada con contrato de tren, decía el aviso superior de la contraportada), Proceso (revista que combinó dos temas en su portada:
Ayotzinapa, la farsa de la PGRy
Las Lomas, la casa del Presidente) y el portal de Aristegui Noticias (“La Casa Blanca de Enrique Peña Nieto, investigación especial” fue el título), sin que se haya producido ni una sola acción gubernamental que esclarezca el asunto y que hubiera hecho a los ciudadanos recuperar algo de confianza en los gobernantes, sus familiares y allegados.
Por el contrario, a pesar de las enfáticas y apasionadas declaraciones videograbadas de la señora Angélica Rivera de Peña, nada se ha sabido en cuanto a la anunciada venta de los
derechossobre la muy lujosa propiedad de las Lomas de Chapultepec (venta que aun cuando se hubiera realizado o estuviera por realizarse podría servir fácilmente para una simulación jurídica, incluso para
devolveral contratista amigo los
derechosde una mansión que se siguiera habitando hasta que años más adelante le fueran
devueltoso vueltos a
comprar). La improbable expectativa de que el aparato federal de contraloría indagara el asunto y eventualmente castigara las irregularidades o presuntos delitos fue borrada de forma grosera al nombrar como secretario de la Función Pública a un personaje menor, dependiente en absoluto de la voluntad y órdenes del supuesto investigado, EPN, su familia y facción, envuelto ese proceso de designación de Virgilio Andrade en un lamentable tufo carnavalesco, de burla abierta en fondo y forma.
Nada se castiga, pues, en la élite del poder, por más datos y evidencias que se presenten. Sólo minucias, como la sucedida con el procurador federal del Consumidor, Humberto Benítez, absolutamente prescindible, dado de baja el 15 de mayo de 2013 por un escándalo de influyentismo protagonizado por su hija Andrea en un restaurante capitalino; mismo Benítez que el 10 de junio de 2014 fue nombrado presidente del Colegio Mexiquense por el gobernador Eruviel Ávila. O el titular de Conagua, David Korenfeld, pillado fotográficamente en gozoso uso de un helicóptero de servicio público para menesteres particulares, como el traslado del funcionario y su familia a un aeropuerto para un viaje de vacaciones, sin que hubiera algo más que la destitución del culpable, que ha quedado en
disposición de venideras reivindicaciones laborales, sin mayor pena.
Pero sí ha habido otros castigos: la investigación y denuncia
de ese tipo de conductas, que en este sexenio constituyen una norma,
sufrió un golpe importante y ejemplar, pues el equipo encabezado por
Carmen Aristegui fue botado de la estación radiodifusora en que
laboraba, MVS, empresa utilizada como mano de gato empresarial para
sacar las castañas (blancas) del fuego periodístico. Ese ejercicio
informativo y analítico de las mañanas mexicanas fue sustraído con
violencia política de las frecuencias electrónicas, sin que otro
concesionario de radio o televisión se haya atrevido a contrariar lo que
así aparece como una orden superior, como una instrucción imperiosa
proveniente de la cúspide del poder federal.
En ese contexto de impunidad institucionalizada, pandillerismo presupuestal y cinismo boletinado, el gabinete presidencial está constantemente sometido a señalamientos por el aprovechamiento de los cargos para beneficio personal. Sus dos principales personajes, virtuales vicepresidentes, uno encargado de lo político y policiaco (Miguel Ángel Osorio Chong y, en esa misma secretaría de Gobernación, el subsecretario todopoderoso, Luis Miranda) y otro de lo económico (Luis Videgaray), han eludido sin buenas formas los documentados señalamientos de su enorme prosperidad inmobiliaria. Pero puede revisarse (casi) cada secretaría del gabinete estricto y dirección general del ampliado y pueden encontrarse señalamientos de trafiques varios en favor de empresarios y particulares, en lances con visos de corrupción.
Ahora ha tocado el turno a Gerardo Ruiz Esparza, uno de los operadores económicos del grupo peñista, no sólo en el estado de México, donde fue secretario de comunicaciones durante el sexenio de EPN, sino en el federal, donde ocupa la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Hombre de los dineros, porcentualmente ejecutivo, negociador de los contratos grandes, ha sido tocado por las filtraciones de grabaciones telefónicas que ya tumbaron a su antecesor en Toluca, Apolinar Mena, por el mismo asunto viscoso, OHL y sus regalos, uno de ellos, ínfimo en comparación con lo principal, de unas vacaciones en el mismo hotel de lujo propiedad de la firma española tan beneficiada por unos gobiernos sumidos en la corrupción y la impunidad. ¡Hasta mañana!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
En ese contexto de impunidad institucionalizada, pandillerismo presupuestal y cinismo boletinado, el gabinete presidencial está constantemente sometido a señalamientos por el aprovechamiento de los cargos para beneficio personal. Sus dos principales personajes, virtuales vicepresidentes, uno encargado de lo político y policiaco (Miguel Ángel Osorio Chong y, en esa misma secretaría de Gobernación, el subsecretario todopoderoso, Luis Miranda) y otro de lo económico (Luis Videgaray), han eludido sin buenas formas los documentados señalamientos de su enorme prosperidad inmobiliaria. Pero puede revisarse (casi) cada secretaría del gabinete estricto y dirección general del ampliado y pueden encontrarse señalamientos de trafiques varios en favor de empresarios y particulares, en lances con visos de corrupción.
Ahora ha tocado el turno a Gerardo Ruiz Esparza, uno de los operadores económicos del grupo peñista, no sólo en el estado de México, donde fue secretario de comunicaciones durante el sexenio de EPN, sino en el federal, donde ocupa la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Hombre de los dineros, porcentualmente ejecutivo, negociador de los contratos grandes, ha sido tocado por las filtraciones de grabaciones telefónicas que ya tumbaron a su antecesor en Toluca, Apolinar Mena, por el mismo asunto viscoso, OHL y sus regalos, uno de ellos, ínfimo en comparación con lo principal, de unas vacaciones en el mismo hotel de lujo propiedad de la firma española tan beneficiada por unos gobiernos sumidos en la corrupción y la impunidad. ¡Hasta mañana!
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Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
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