Carlos Hernández, “el anhelo de ser alguien en la sociedad”
10. octubre, 2014 Autor: Flor Goche / @flor_contra Educación, Sociedad ComentaAyotzinapa, Tixtla, Guerrero. ¿Qué haría usted si su hijo estuviera desaparecido? ¿Qué haría si se lo hubieran llevado en el contexto de una masacre? ¿Qué haría si los responsables del crimen fueran justamente los encargados de proveer seguridad a la población? ¿Qué haría si los medios de comunicación difundieran reiteradamente la versión de que el cuerpo de su hijo yace calcinado en una fosa clandestina?
Para los padres de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala,
Guerrero, éstas no son preguntas al aire. Son incertidumbres que nos los
abandonan y que, cada día, a partir del 27 de septiembre pasado, los
consumen, con toda la literalidad de la palabra.
Fastidiados de atender a los medios de comunicación; sin saber
siquiera si la persona al otro lado del micrófono o de la cámara actúa
de buena fe o es incluso enviada del gobierno, los padres de familia se
vuelven reticentes. “No queremos más entrevistas”, resuelven.
Ante la intervención de un miembro del Comité Ejecutivo Estudiantil
de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Fernando,
un hombre cuya mirada ya no es de aquí, accede a compartir la
tragedia familiar que ahora se ha tornado colectiva. Su hijo no es sólo
“uno de los 43”; su nombre es Carlos Lorenzo Hernández Muñoz, un joven
que este 11 de octubre cumplirá 19 años de edad.
Fernando apenas pronuncia lo indispensable. Con frases cortas y
secas simplifica al ser que él y su esposa dieron vida: originario de
Huajintepec, en la Costa Chica de Guerrero, alumno de primer grado,
alegre, trabajador, sin vicios, amante del futbol. La economía de su
lenguaje no es para nada un acto de descortesía. Es más bien
manifestación de hartazgo y desesperación; nunca de desesperanza.
Pese al hallazgo de diversas fosas clandestinas en las que se
presume que pudieran estar los restos de los jóvenes normalistas,
Fernando asevera: “No son. Ellos están vivos. Tenemos la esperanza de
que están vivos”.
El hombre, campesino de toda la vida, se frota los brazos; sentado
sobre una silla de madera, mece su cuerpo de atrás hacia adelante;
durante el relato, sus ojos permanecen más tiempo cerrados que abiertos.
Aun así, las palabras empiezan a tomar ritmo.
Refiere que el gran anhelo de su hijo es ser alguien en la vida, en la sociedad. Tener una vida diferente a la de él, que hasta la fecha debe de trabajar el campo de sol a sol.
“
¿A poco los pobres no tienen derecho a estudiar? Duele porque los
asesinan por estudiar. No hay palabras para expresar el dolor”.
—¿Por qué su hijo decidió estudiar precisamente para ser maestro? –se le pregunta.
—Desde que mi hijo estaba en la prepa (bachillerato), él
decía que quería ser maestro porque no le gustaba otra carrera. Él sabía
que era difícil estudiar, pero decía que cuando uno anhela algo,
siempre lo alcanza.
A escasas 6 semanas del inicio del ciclo escolar, los primeros
aprendizajes de Carlos empezaron a rendir frutos. La última vez que vio
su papá, éste lo notó más “abierto” e interesado por los libros. A
Carlos le gustan mucho los homenajes que se hacen en la escuela y se
interesa por la vida de personajes como Lucio Cabañas y el Che Guevara, refiere su progenitor.
A decir de Fernando, lo que ocurre en Guerrero, la corrupción e
impunidad por parte de gobernantes como Ángel Aguirre Rivero y José Luis
Abarca, es una vergüenza. En ese sentido, advierte: “El gobernador
tiene los días contados”.
Indica, asimismo, que los padres de familia no van a dejar de
luchar por la presentación con vida de sus hijos y por el castigo de los
culpables de los hechos violentos del 26 y 27 de septiembre pasados.
Desde que supo de la desaparición de su hijo, Fernando se trasladó a
la Normal Rural de Ayotzinapa, lugar donde pernocta desde entonces. Su
esposa, sin embargo, no pudo acompañarlo pues la noticia la enfermó. “A
pesar de todo me doy ánimos y me los dan mis mismos compañeros, siempre
con la fe de que nuestros hijos están vivos”, comenta el campesino.
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...sigue
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