fe de erratas

18 feb 2013

La derecha y la economía liberal mexicana// La izquierda y el liberalismo de derecha

La derecha y la economía liberal mexicana
 10/02/2013 01:32
Adolfo Orive
La asignación de los factores de la producción —el capital y el trabajo— por los mercados ha sido ineficaz e ineficiente.10/02/2013 01:32
Recordando estos días el centenario de la Decena Trágica quiero citar una afirmación de Lorenzo Meyer publicada hace un par de días: los trágicos acontecimientos de hace cien años fueron provocados por “la cerrazón de la derecha en el México de entonces, y de ahora…” que también se resiste a los cambios indispensables para que nuestro país salga de tres décadas de estancamiento, pobreza, desigualdad e inseguridad.
Barack Obama, hace tres semanas en su discurso ante el Congreso estadunidense, hizo hincapié en que la tarea fundamental de su generación era llevar a la realidad los fundamentos del liberalismo —el que todos los hombres son creados iguales y que poseen ciertos derechos inalienables como el de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad—; fundamentos que siendo carecidos por los vecinos del norte, con mayor razón se carecen en México. Y es que los fundamentos que son el objetivo del liberalismo son imposibles de llevar a la práctica con los medios que el propio liberalismo propone; los únicos que se benefician con estos medios —los que se han implementado en nuestro país desde hace 30 años— son los individuos de una derecha privilegiada que gozan por lo tanto de esos fundamentos.
Con la libertad de nuestros mercados y la firma de más de 40 tratados de libre comercio, las exportaciones mexicanas incrementaron su participación en el PIB y la exportación petrolera ya dejó de ser la más importante. La penetración de la manufactura mexicana en los mercados mundiales (sobre todo en el de Estados Unidos) creció de 1994 a 2007 más que cualquier otro país, salvo China. Las exportaciones de las maquiladoras ascendieron en 2012 a 192 mil millones de dólares y la inversión extranjera directa es apenas la segunda después de la que se realiza en China.
Pero la economía mexicana creció menos de 2001 a 2011 (a una tasa anual de 2.2%) que de 1960 a 1981 (a una tasa anual de 6.7%). El empleo creció de 1965 a 1981 a una tasa anual de 4.69%, mientras que de 1982 a 1994 lo hizo sólo a 3.46%, decreciendo de 1995 a 2000 a 2.72% y de 2001 a 2010 a 1.18 por ciento. El bono demográfico se está desperdiciando. El sector exportador no ha sido capaz de jalar a la economía mexicana. 

La explicación es muy obvia: las cadenas de valor de sus proveedores están situadas fuera del territorio nacional. En 2012, 81% de lo que exportaron las maquiladoras fue importado. Por ejemplo, el valor agregado doméstico en la exportación de prendas de vestir es apenas de 36.9%; en la exportación de automóviles es de 35.2%; y en el equipo de cómputo y periférico, apenas de 9.1 por ciento. No es un asunto de costos laborales, sino de productividades y de incentivos —no liberales— que el Estado mexicano debe ofrecer a las empresas exportadoras para que establezcan los encadenamientos de sus proveedores en nuestro país, transfiriendo tecnología y capacidades a nuestros micro, pequeños y medianos empresarios y a los trabajadores de estas empresas. Le agradezco a Juan Carlos Moreno-Brid —director general adjunto de la Cepal en México— el haberme proporcionado muchos de los datos expuestos en este artículo.

Desde 1980, la brecha con EU en ingreso medio por habitante se ha estado ampliando: en 1980, el de México era de 25% del estadunidense, mientras que en 2011 era sólo de 17%; aumentando la brecha incluso desde el TLCAN. La brecha de la productividad laboral con Estados Unidos también se ha ido ampliando: en 1980 la productividad laboral de la economía mexicana era 33% de la estadunidense; en 2010 era solamente de 19 por ciento. Para poner un ejemplo comparativo: en estos 30 años de liberalismo en México, la productividad laboral de las economías del este asiático —que han aplicado políticas muy distintas a las mexicanas— han crecido casi tres veces más que la nuestra. Como dice el BID en su libro La era de la productividad, el escaso crecimiento de la productividad, no el exiguo nivel de inversión, es el responsable del crecimiento económico tan bajo de la economía mexicana.

Carmen Pagés, editora y colaboradora del libro mencionado del BID, resalta la polarización de las productividades por sectores y por tamaños de empresa en nuestro país: las empresas que están en 90º percentil de productividad tienen una productividad 300% menor que las empresas que están en 10º percentil. La desindustrialización de este último cuarto de siglo y el crecimiento del sector servicios (especialmente el comercio al menudeo e informal) implicó la reducción notable y sistemática de la productividad agregada a partir de la década de los ochenta. Es decir, la asignación de los factores de la producción —el capital y el trabajo— por los mercados ha sido ineficaz e ineficiente, a pesar de que los postulados liberales nos auguraban una realidad totalmente diferente.
Por lo tanto, se requiere un cambio estructural en la planta productiva que exprese una reasignación de factores de la producción hacia sectores y ramas productivas con una mayor dinámica en sus capacidades tecnológicas y organizacionales y, de esa manera, en su productividad y competitividad.


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La izquierda y el liberalismo de derecha
Adolfo Orive
Los diputados del PT y los de Nueva Izquierda del PRD votamos a favor de la Ley de Amparo, que reintegra la soberanía del Estado...
17/02/2013 01:16

Hace ocho días mostré cómo la economía mexicana ha fracasado en generar una suficientemente alta tasa de crecimiento como para generar el empleo demandado por el bono demográfico y por la necesidad de la mitad de la población de salir de la pobreza. Los responsables de este fracaso son el objetivo liberal de hacer de los mercados las instituciones soberanas en materia económica y las políticas públicas, también liberales, que han sido usadas como los medios para lograr ese objetivo. Objetivo y medios de la derecha mexicana.

Derecha que cabildeó intensamente el martes pasado para que la Cámara de Diputados no aprobara la Ley de Amparo. Cabildeo que ganó para su causa a un porcentaje importante de los diputados perredistas —los integrantes de la expresión Izquierda Democrática Nacional (IDN)— y a todos los diputados de Movimiento Ciudadano. El extremo de esta desviación derechista de diputados que se reclaman a sí mismos de izquierda se escuchó en la máxima tribuna de la Cámara, cuando uno de los dirigentes de Movimiento Ciudadano demandó que se votara contra la Ley de Amparo —defendiendo de hecho los derechos individuales de los grandes empresarios de las radiodifusoras y televisoras— empleando los argumentos esgrimidos por John Locke, que es el autor de la filosofía liberal que la burguesía inglesa del siglo XVII requería para constituirse en clase hegemónica.

Los diputados integrantes del Partido del Trabajo y los diputados perredistas de Nueva Izquierda tuvimos muy presente en esa votación que las demandas de la Revolución Mexicana plasmadas en la Constitución de 1917 nos mandatan no olvidar que “la nación tiene en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público”; mandato muy lejano a los principios liberales planteados por John Locke, principios que correspondían a una burguesía que en efecto era progresista en el siglo XVII inglés, pero que ahora corresponden a la burguesía mexicana más de derecha. Y precisamente por ese mandato constitucional es que los diputados del PT y los de Nueva Izquierda del PRD es que votamos en favor de la Ley de Amparo, que reintegra la soberanía del Estado sobre los particulares en esta materia. En cuanto a la razón por la cual los diputados del grupo mayor también votaron en favor de la Ley de Amparo, conjeturo que debe ser tanto porque recordaron ese mandato como porque sacaron del viejo armario, de los llamados regímenes de la Revolución Mexicana, la bandera del nacionalismo revolucionario, haciendo a un lado la ideología neoliberal que los ha caracterizado desde hace 27 años.

Muchos de los 95 puntos que integran los cinco acuerdos del Pacto por México expresan tanto las banderas del Movimiento Progresista que postuló a Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República, como las banderas de un priismo que pudieran estar más cercanas al nacionalismo revolucionario, que al neoliberalismo vigente. Muchos políticos de izquierda nos preguntamos por qué los dirigentes de Nueva Izquierda —que también encabezan al PRD—, en lugar de haber negociado solos el Pacto por México, no hicieron lo siguiente: 1) haber tomado la agenda suscrita por los tres partidos integrantes del Frente Legislativo de Izquierda firmada desde agosto de 2012; 2) haber discutido, ampliado y profundizado esa agenda en el marco institucional de los tres partidos; 3) haber presentado a la opinión pública el proyecto de nación que basado en esa agenda se discutiría con el PAN y con el PRI, y 4) haber podido así demostrar qué reformas y qué medidas son sostenidas por la izquierda en beneficio de las mayorías, y qué reformas y qué medidas son instrumentadas por el PAN y por el PRI en beneficio de las minorías dominantes. Así hubiera sido más fácil obstaculizar el que el voto de muchos diputados del PRD y de Movimiento Ciudadano estuviera a punto de hacer ganar los intereses privados de las televisoras y radiodifusoras sobre el interés público de la nación. En efecto, la votación del martes 12, del PAN, del Verde movido por su telebancada y de los diputados de la IDN del PRD y de Movimiento Ciudadano, sobre la Ley de Amparo alcanzó 218 votos, contra 235 votos del Partido del Trabajo, de los diputados de Nueva Izquierda del PRD y de los diputados del grupo mayor de la Cámara —de un PRI, que en esa votación, fue más nacionalista revolucionario que neoliberal—.

De haberse discutido en la izquierda, antes de la firma del Pacto por México, una agenda correspondiente a un proyecto de nación alternativo al neoliberal hubiéramos podido hacer público el modelo de economía —distinto al neoliberal prevaleciente— que estamos discutiendo los diputados de cinco fracciones parlamentarias en la Comisión de Competitividad de la Cámara de Diputados, con la participación de especialistas muy destacados en los temas relacionados, tanto de las universidades públicas como de las universidades privadas, y con destacados empresarios, dirigentes de cámaras empresariales, así como, por supuesto, con dirigentes obreros y sindicales, en talleres que se están realizando los miércoles en la Cámara de Diputados. Este modelo quedará plasmado en la ley reglamentaria de las reformas en materia de competitividad de los artículos 25 y 26 de la Constitución, que están siendo aprobadas por el Constituyente Permanente.

Ley de Amparo, los riesgos

La votación en San Lázaro. Foto: Eduardo Miranda
La votación en San Lázaro.
Foto: Eduardo Miranda
MÉXICO, D.F. (apro).- La nueva Ley de Amparo, celebrada por organizaciones sociales y partidos políticos, tiene un doble filo que, de aprobarse en el Senado como se avaló previamente en la Cámara de Diputados, afectará a movimientos sociales que luchan contra la voracidad de grandes empresas.

El nuevo marco legal fue festinado por diversos organismos, incluso por agrupaciones de derechos humanos reconocidos por su activismo a favor de las causas justas, sin embargo, en materia de suspensión provisional existen algunas indefiniciones que ponen en desventaja a quienes estas agrupaciones defienden.

No sólo se trata del artículo 129, que en su fracción XIII advierte que no se otorgará la suspensión cuando ello obstaculice al Estado a utilizar, aprovechar o explotar los bienes que establece el artículo 27 de la Constitución, es decir, hidrocarburos, agua, gas, aire, etcétera, que ya de por sí cierra la puerta de lucha a comunidades como la de Wirikuta –que por suerte ya tiene la suspensión en sus manos y en este caso la ley no es retroactiva–, sino que también pone sobre la mesa el costo de la suspensión, es decir, quien tenga más dinero será quien la gane.
Me explico. Entre las nuevas reglas para el otorgamiento de la suspensión, proceso que forma parte la decisión última de un amparo, el quejoso, es decir quien solicita la suspensión, deberá acreditar el daño inminente e irreparable que generaría el acto contra el cual busca el amparo.
...........sigue
http://www.proceso.com.mx/?p=333743 

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