Vuelve Carstens con el discurso del catarrito, pero ahora en el BdeM
El balance del gabinetazo económico: mientras más se yerre, más alto se llega
Carlos Fernández-Vega La Jornada 16 Diciembre 2009
Para no perder la costumbre, Agustín Carstens inició su gestión al frente del Banco de México de la misma forma y con la misma actitud con las que, allá por diciembre de 2006, arrancó formalmente como titular de la Secretaría de Hacienda: aquí no pasa nada, todo es color de rosa, crecerá la economía como nunca y la descalificaciones de las calificadoras nos hacen los mandados, o lo que es lo mismo, un catarrito que a nadie le cae mal.
El servicial soldado –Chicago boy– del inquilino de Los Pinos, ahora oficialmente dedicado a conservar y hacer respetar la autonomía del Bde M, recibió su premio –regalo de Calderón, con generosa ratificación senatorial– no obstante poseer la marca nacional en lo que a deterioro económico se refiere y ostentar la presea de oro como el peor secretario de Hacienda en ocho décadas. Así de noble es el muy democrático estilo de gobernar en México: mientras más patas se metan y más errores se cometan, más alto se llega, siempre y cuando exista la disposición de inmolarse por el inquilino de Los Pinos, el responsable de esas patas y esos errores.
Así procedió el voluminoso ex secretario de Hacienda y así fue retribuido, pues junto con el puesto principal del BdeM obtiene un salario neto mensual de 194 mil 735.53 pesos (de acuerdo con el tabulador oficial), más generosas prestaciones, un emolumento superior al del propio inquilino de Los Pinos, quien no hace mucho firmó una ley de salarios máximos para la burocracia, la cual ordena que ningún funcionario público podrá ganar más que el Presidente de la República, es decir, más de 146 mil 830.21 pesos mensuales (oficialmente, sin incluir aguinaldo –54 mil 354.67 pesos– ni prima vacacional –6 mil 794.33–). Pues bien, para el doctor catarrito hueso y casi 50 mil pesos más que el abajo firmante de la susodicha ley, la cual tampoco aplica a los demás integrantes de la junta de gobierno del banco central, quienes obtienen 177 mil 934.74 pesos cada 30 días.
El 21 de noviembre de 2006, Felipe Calderón presentó en sociedad a su gabinetazo económico, encabezado por Carstens. Ese día el michoacano advirtió a cada integrante de su muy buen equipo económico, tal vez el mejor (él mismo dixit) que los evaluaré diariamente, y con dedo flamígero les ordenó que su obligación era lograr el crecimiento rápido de la economía, el combate a la pobreza y la generación empleos, siempre manteniendo el equilibrio en las finanzas públicas. Todo indica que, como es su costumbre, la evaluación cotidiana quedó en el discurso, toda vez que a un trienio de distancia ni crecimiento rápido de la economía (desplome histórico), ni combate a la pobreza (6 millones adicionales a la pobreza, según cifras oficiales) y mucho menos equilibrio en las finanzas públicas (en el peor shock de las últimas tres décadas, de acuerdo con la definición del propio doctor catarrito).
A estas alturas, del equipo original(es decir, del gabinetazo económico de Calderón) sólo quedan tres: Georgina Kessel, Energía –pérdida petrolera, entrega del sector al capital privado–; el porro Javier Lozano Alarcón, en Trabajo –cero empleo, muchos garrotazos a los obreros y 75 por ciento de aumento en la tasa de desempleo–, y Rodolfo Elizondo –severa caída en su área, una de las grandes captadoras de divisas–, de quien el michoacano no pudo deshacerse porque el Legislativo no aprobó su propuesta de extinguir tres secretarías, Turismo entre ellas.
Tras su efímero paso por la de Economía, a Eduardo Sojo lo mandó a Aguascalientes (se supone que allá despacha, pero sólo se supone) para encargarse del Inegi y lo mantiene con salario y presupuesto de paraíso; a Luis Téllez Kuenzler, mister Carlyle, lo mandó a la Bolsa Mexicana de Valores, en una desvergonzada maniobra avalada por los barones de la especulación; y ahora a Carstens lo manda al Banco de México para que lo gobierne y cuide su autonomía, no obstante que su paso por Hacienda fue devastador para el país.
En sus respectivas posiciones el inquilino de Los Pinos designó a tres de sus cuates de juerga: en Economía, al hábil y carismático Gerardo Ruiz Mateos, quien con el país al borde del precipicio alegaba que era ocioso tomar cartas en el asunto; en la SCT, al agradable y resultón Juan Molinar Horcasitas, quien explotó la cercanía con el michoacano para lavarse las manos en el caso de las guarderías subrogadas, incluyendo la otorgada a una familia de narcotraficantes, pero especial y vergonzosamente en el de la ABC de Hermosillo, con 49 niños muertos; y a la SHCP, a su delfín Ernesto Cordero, el de los 6 millones adiciona- les de pobres, que de finanzas, al igual que de política social, nada sabe ni pretende saberlo, pues su interés y dedicación están en 2012.
Ése es, en síntesis, el triunfal balance del gabinetazo económico del calderonato, cuya cabeza visible, durante un trienio, fue el doctor catarrito, el alumno predilecto de Francisco Gil Díaz (el secretario de Hacienda con Fox), el mismo que, a pesar de los pesares, fue ratificado por el Senado de la República (81 votos a favor, 19 en contra y cero abstenciones) para ocupar la silla principal en el BdeM y el mismo, en fin, que ayer protestó guardar y hacer guardar la Constitución y desempeñar leal y patrióticamente su nuevo cargo, como en su momento juró hacerlo como titular de la SHCP. Los resultados son lo de menos; las amistades y cercanías, lo de más.
Y así como desde su llegada a la Secretaría de Hacienda desestimó los críticos nubarrones económico-financieros que ya se veían venir (que terminaron por devastar al país, o si se prefiere provocaron un inmisericorde catarrito), ahora a su arribo al banco central desecha advertencias y minimiza críticas sobre la delicada situación económica de México y de los que en él sobreviven. Se puede llegar a pensar que su primer nombramiento en el gabinetazo económico –Hacienda– fue resultado de un error, tal vez una novatada, pero el segundo –Banco de México– sólo puede ser producto de la perversidad característica del inquilino de Los Pinos y senadores que lo acompañan.
Las rebanadas del pastel
Para la memoria y el regocijo de los mexicanos pagadores de facturas ajenas, justo tres años atrás el doctor Carstens se estrenaba públicamente como secretario de Hacienda, y con enorme sonrisa al respetable aseguraba que las afirmaciones de que se podría reducir el producto interno bruto no tienen sustento; no desalentaremos la inversión ni provocaremos desempleo. Y Calderón muerto de la risa.
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