El PAN se examina… y se reprueba
“Ya no somos el partido del cambio”, es la conclusión de un análisis elaborado por el Partido Acción Nacional tras su debacle electoral de 2009. En el documento correspondiente, que se mantuvo en reserva pública clasificado como de “alta confidencialidad” y del que Proceso obtuvo una copia, el PAN se flagela y desnuda sus múltiples fallas: su elitismo y soberbia, la corrupción de varios de sus militantes y funcionarios, su “democracia simulada”, su corporativismo y su complejo de inferioridad frente al PRI.
Visto por sí mismo, en una rigurosa introspección, el Partido Acción Nacional (PAN) es un desastre: “En el comportamiento de los panistas no se aplica la fuerza de las ideas, sino la fuerza del interés, la nómina y el poder”, “no hay agenda para y con la sociedad”, “se han tolerado actos de corrupción de funcionarios y militantes”, “se han privilegiado el arribismo y el oportunismo”, “se permite la democracia simulada” y se impone “la aplicación discrecional de estatutos y reglamentos”.
También hay “manipulación de los procesos internos”, “la onda grupera divide al partido, la autoridad no lo remedia y a veces es factor de parcialidad al tomar decisiones”, “desechamos gente valiosa”, “los dirigentes se reciclan” y “la cultura y mentalidad corporativa persiste: derechos, antigüedades, cacicazgos”.
Tan cruda descripción forma parte del diagnóstico sobre el PAN elaborado por la Comisión de Reflexión y Análisis de ese partido a raíz de la debacle electoral de 2009. La completa una afirmación que consigna sin atenuantes la real condición de los panistas: “Hemos dejado de ser escuela de ciudadanía”.
La clasificación de “alta confidencialidad” había convertido a este diagnóstico en un documento secreto. Hoy Proceso lo da a conocer públicamente. (Extracto del reportaje que aparece esta semana en la edición 1813 de la revista Proceso, ya a la venta)
Visto por sí mismo, en una rigurosa introspección, el Partido Acción Nacional (PAN) es un desastre: “En el comportamiento de los panistas no se aplica la fuerza de las ideas, sino la fuerza del interés, la nómina y el poder”, “no hay agenda para y con la sociedad”, “se han tolerado actos de corrupción de funcionarios y militantes”, “se han privilegiado el arribismo y el oportunismo”, “se permite la democracia simulada” y se impone “la aplicación discrecional de estatutos y reglamentos”.
También hay “manipulación de los procesos internos”, “la onda grupera divide al partido, la autoridad no lo remedia y a veces es factor de parcialidad al tomar decisiones”, “desechamos gente valiosa”, “los dirigentes se reciclan” y “la cultura y mentalidad corporativa persiste: derechos, antigüedades, cacicazgos”.
Tan cruda descripción forma parte del diagnóstico sobre el PAN elaborado por la Comisión de Reflexión y Análisis de ese partido a raíz de la debacle electoral de 2009. La completa una afirmación que consigna sin atenuantes la real condición de los panistas: “Hemos dejado de ser escuela de ciudadanía”.
La clasificación de “alta confidencialidad” había convertido a este diagnóstico en un documento secreto. Hoy Proceso lo da a conocer públicamente. (Extracto del reportaje que aparece esta semana en la edición 1813 de la revista Proceso, ya a la venta)
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