El 22 de noviembre de 1999 escribí en la Plaza Pública que aparece en los diarios del Grupo Reforma, y más de 20 periódicos en casi toda la República (excepto Pachuca, pues no soy profeta en mi tierra), el texto siguiente que, aunque se explica por sí mismo, amerita algunas líneas adicionales:
“Un grupo de personas muy respetables y respetadas, distinguidas en sus tareas públicas:
Luis F. Aguilar, Cristina Barros, Roger Díaz de Cosío, María de Ibarrola, Aurora Loyo, Josefina McGregor, Jesús Martín del Campo, Héctor Nava Jaimes y Rafael Pérez Pascual, a cuyos prestigios agrego mi nombre, anunció el jueves pasado (19 de noviembre de 1999) su retiro del patronato de la Fundación SNTE para la cultura del maestro mexicano. Yo mismo había anticipado el 23 de octubre mi dimisión a la tesorería de esa asociación civil y a mi lugar en el comité técnico del fideicomiso al que se alude al final de esta comunicación. Al publicarlo aquí, pues se trata de un asunto de interés general, hago mío por entero el texto sobre su renuncia:
“‘Tuvimos el honor de participar en el patronato que respaldó desde su creación en 1991 los trabajos de la Fundación SNTE para la cultura del maestro mexicano. Aceptamos integrarnos a él porque este órgano de gobierno sería garante de que estos trabajos se desarrollarían con autonomía académica e ideológica, formulando orientaciones para la política educativa y realizando investigaciones para el mejoramiento de la educación pública del país. Constituyeron el patronato, asociación civil formalmente independiente del SNTE, personas con trayectorias distintas y puntos de vista que reflejaban la pluralidad.
“‘Con un pequeño grupo de colaboradores y la aplicación eficiente de un reducido presupuesto proveniente de las cuotas que los maestros aportan mensualmente a su sindicato, la Fundación logró obtener reconocimiento en México y en el extranjero. Tuvo presencia en la mayoría de los estados del país, impartiendo un promedio de 40 cursos y más de 100 conferencias por año. Se han publicado cerca de 20 libros y más de 24 números de la revista Básica, reconocida hoy por la UNESCO por su calidad. Por invitación de la SEP esas publicaciones están en las bibliotecas de los centros del país y de las escuelas normales.
“‘Se estableció un programa de televisión de transmisión semanal: Los viernes de la Fundación, y un concurso bianual en que participaron los maestros del país con trabajos que recogían sus experiencias como docentes. Un grupo de investigadores de la Fundación ganó el concurso convocado por la SEP con el libro de Español de primaria; otro equipo elaboró la Guía de la educación ambiental, y se impulsaron las convenciones nacionales de profesores de enseñanza de las ciencias.
“‘La Fundación tuvo importante influencia nacional e internacional en la conceptualización de nuevos elementos para reconocer y respetar la pluralidad de las culturas indígenas en el sistema educativo. En el área de secundaria se produjeron varios de los escasos libros que existen actualmente en ese nivel. También se prepararon documentos que sirven de apoyo a los consejos técnicos escolares y se editó la única investigación estadísticamente representativa acerca de las condiciones sociodemográficas y de trabajo del magisterio, vigentes a la fecha en nuestro país. Se logró un convenio con UNICEF para elaborar estudios que permitan la reincorporación de los niños de la calle a las escuelas.
“‘Dio también múltiples asesorías académicas al SNTE y fue responsable de elaborar documentos base para dos congresos internacionales. El de la Confederación de educadores americanos de 1994 y la Cumbre internacional de educación de 1997, además de los dos primeros congresos nacionales del SNTE. Logró asimismo encauzar todas las resoluciones del primero de esos congresos y dirigir y coordinar el libro Diez propuestas para elevar la calidad de la educación pública.
“‘De manera unilateral, el presidente del patronato, profesor y licenciado Manuel Bravo Jiménez, la directora que funcionaba como enlace con la comisión ejecutiva del patronato, profesora Laura Barcia, y el propio SNTE, decidieron liquidar al personal de la Fundación y comenzar una nueva época, sin que ninguno de nosotros fuera informado de una decisión que correspondía a la asamblea.
“‘Lamentamos esta situación, porque representa una pérdida para el SNTE y para el magisterio en su conjunto. Por estar en desacuerdo con estos acontecimientos, presentamos cada uno por separado nuestra renuncia irrevocable ante el presidente del patronato. Comunicamos esta decisión a la opinión pública porque consideramos necesario deslindarnos de los despidos que ocurrieron el pasado 15 de octubre, así como de las acciones que tengan lugar a partir del 17 de noviembre. Queda en manos de los integrantes del patronato que aún no han renunciado, y entre quienes se encuentran varios miembros del SNTE, un fideicomiso con el que se inició la Fundación en 1991, que hasta la fecha no se ha tocado, y que alcanza la cantidad de
15 millones 600 mil pesos, bienes muebles y el hasta ahora bien ganado prestigio de la Fundación’.
15 millones 600 mil pesos, bienes muebles y el hasta ahora bien ganado prestigio de la Fundación’.
“Hasta allí la declaración de los ya exmiembros del patronato y de la Fundación, Por mi parte añado que ese desenlace, agraviante para los patronos que desinteresadamente aportaron su colaboración a las tareas de la Fundación, se produjo por un cambio en las expectativas y necesidades políticas del SNTE. Crear la Fundación fue una de las iniciativas lanzadas por la profesora Elba Esther Gordillo para modificar la imagen del sindicato magisterial, inmediatamente después de que reemplazó en el liderazgo real al profesor Carlos Jonguitud. Consolidada hoy en esa posición, dirige su energía hacia rumbos más directamente políticos.”
Eso escribí hace casi 12 años. Reitero ahora la certeza de ese breve diagnóstico. En 10 años la posición formal de Gordillo había transitado de ser una secretaria general provisional, designada por Carlos Salinas, que la escogió para desplazar a Jonguitud, a ser la dirigente real de un sindicato que tenía un secretario general de parapeto. Hacia 1991, para alimentar esa transición, había dado claras muestras de una modernidad a que convocó a muchas personas. Fue especialmente notable el caso de Olac Fuentes Molinar. Profesor normalista y filósofo, el chihuahuense era, en los años setenta y ochenta el principal y más calificado crítico del sindicato magisterial. Por ello, al arribar al liderazgo, Gordillo quiso conocerlo y cooptarlo. Fuentes Molinar no lo permitió. Desafió en cambio a la profesora a crear una instancia, ajena al sindicato pero con su apoyo, que emprendiera tareas de investigación para las cuales él estaba especialmente preparado y las desempeñaba en el departamento de educación del Cinvestav. Gordillo le tomó la palabra y accedió a crear la Fundación. Fuentes Molinar la concibió, la organizó, invitó a la mayor parte de los miembros del patronato, la echó a andar. Fue su creatura.
Sin embargo, en las negociaciones para el acuerdo nacional de modernización de la enseñanza, el secretario Zedillo percibió su potencial, expresado en las sesiones en que asesoraba a Gordillo. Lo invitó a ser subsecretario, donde tendría espacio más amplio y sólido para transformar sus convicciones en planes y programas, y dejó la Fundación. Lo reemplazo don Manuel Bravo Jiménez, un prestigiado y experimentado maestro que había hecho grandes aportaciones a la enseñanza formal e informal. Pero el ámbito en que se le forzó a ejercer la presidencia era cada vez más estrecho, hasta llegar al desenlace narrado en la renuncia de los miembros del patronato.
Por mi lado fui un peculiar tesorero de la fundación. Jamás ejercí función alguna pues el fideicomiso fue congelado por las circunstancias internas del sindicato. Nunca firmé un cheque ni hice depósitos ni retiros. Fui un tesorero sin tesoro.
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