En 1917, el dirigente de la revolución rusa, Lenin, inventó el término “Poder Dual”. Lo llamó así porque se refería a dos instituciones paralelas que gobernaron durante los nueve meses posteriores a la caída del Zar y antes que el partido bolchevique tomara el poder. Esas dos instituciones que detentaban el poder eran la Duma (el Congreso) y el Soviet, formado por obreros, campesinos y soldados. Ante esta circunstancia, dijo: “Lo que existe en Rusia es un poder dual”.
Si lo anterior lo trasladamos al momento actual, ¿en qué consiste el poder del titular del Ejecutivo federal? Ese poder no es nada más el de las instituciones de las cuales es el jefe de Estado, sino que tiene un poder dual que apoya su poder presidencial, su poder como jefe de Estado, y ese poder es el de los medios, el del gran capital, el de toda esa estructura de recursos económicos, sociales, políticos y culturales que le permiten, como una pinza, ejercer el poder sobre la sociedad; una pinza conformada por su poder como representante de las instituciones que encabeza, y el de los poderes fácticos. Esas condiciones le han permitido controlar al país, a pesar de padecer un Estado fallido, el cual no puede negarse en tanto muchas partes del país son controladas por el crimen organizado.
Si queremos tener un presidente que cambie las cosas a favor de los jóvenes, de la gente, del pueblo, también tenemos que tener un poder dual pero de naturaleza diferente porque ahora estaría conformado por el poder institucional del presidente y un poder popular.
Por ello el proceso de convencer a las mayorías es por etapas, en tierra, casa por casa si es necesario, puesto que nos acostumbraron a ser dependientes, a no ser sujetos de la historia, nos acostumbraron a que los que hacen la historia, los protagonistas de ella; son los políticos, los jefes de Estado, las autoridades, los de arriba, los ricos, los dueños de las televisoras, y nosotros simplemente acatamos.
Cuando hay algún disgusto, atropello por parte de los gobernantes, hemos aprendido a revelarnos y negociar cierto grado de independencia que nos favorezca, pero no somos sujetos de nuestra historia.
Los interesados en modificar el estado actual de las cosas tendrán que ceñirse a la idea de ejercer su capacidad ciudadana, identificando las herramientas con las que cuentan para posteriormente, e incrementando día con día su poder, participar en la solución de sus problemas y en la gestión de gobierno, involucrarse en los asuntos de su comunidad, pueblo, barrio, colonia o ciudad.
Después de vivir más de 20 años integrado en diversas comunidades campesinas, obreras e indígenas, puedo asegurar que la gente sí puede organizarse por ella misma, sí puede resolver muchos de sus problemas por ella misma; si efectivamente se reúne, si discute, si toma decisiones y las lleva a la práctica, empieza a funcionar como ciudadanía, que es actuar en comunidad, no sólo en la atención de las cosas personales.
No es un mito o leyenda que al depender de sus decisiones y organizaciones, al no depender del gobierno, es irse haciendo de poderes: Empoderarse cultural, social y políticamente, permitirá a los mexicanos ejercer presión sobre los partidos y los gobiernos.
No basta, para transformar la realidad, elegir representantes populares que representen a sus electores: Además de elegir a los buenos candidatos, es necesario organizarse permanentemente. Adquirir consciencia de todos los problemas que padecemos. Únicamente con poder dual entre los representantes populares del México real y el poder ciudadano, se forma el poder popular con el que podremos transformar la realidad de las mayorías.
Información, organización y participación electoral, no hay más camino. El resto será perpetuar el estado actual de las cosas, donde los encargados de gobernar injustamente esta gran nación se encuentran con una sociedad cada vez más cansada, pero igualmente influenciable y confundida.
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