Ciro: deja de escribir y decir pendejadas, por Dios
Columna dedicada a Ciro Gómez Leyva por sus lamentables opiniones publicadas en MILENIO el viernes pasado y este lunes.
Si no estuviera ahí como periodista, me hubiera puesto a reclamarle en el avión (que al cabo que iba en el asiento de atrás) donde nada me costaba increparlo.
Fueron dos horas de vuelo de regreso, suficientes para decirle todo lo que pienso de su miserable trabajo.
Me hubiera clavado en medio del pasillo y le hubiera pedido que dejara de escribir y decir tanta pendejada.
Fui a Ciudad Juárez, a Chihuahua, a Torreón, a Saltillo, a Monterrey, a San Luis Potosí, a Morelia, a Zacatecas… porque quería escuchar las voces de las víctimas, sentir algo de la esperanza en el horror. Pero en el kilómetro 20, a la entrada de Ciudad Juárez me topé con un buitre que llegó hasta aquí en avión para decirle a todo el mundo que él había estado en la Caravana por la Paz, en donde había visto poca gente.
Y es que, claro, cómo va a ver más allá del kilómetro 20. ¿Por qué no se subió al carro de Juan Pablo Becerra Acosta y nos acompañó en la Caravana? ¿Por qué no tomó alguno de los 14 autobuses y pasó pueblo por pueblo, ciudad por ciudad, el horror del infierno? ¿Por qué solo pone su oído donde le conviene? ¿Por qué ahora solo agarra la pluma para escribir pura mierda cuando antes hacía unas muy buenas crónicas? ¡Por qué Dios mío!
Ciro fue a escuchar a sus admiradores, porque lo conocen. Él sale todos los miércoles a “debatir” los “temas más importantes” del país todos los miércoles. A su lado, finísimas personas como Carlos Marín, Adela Micha, Carlos Loret, Joaquín López… lo secundan. Una que otra vez hace como que no está de acuerdo. Pero en el fondo cree lo mismo. Y dicen una sarta de pendejadas, solo aptas para escucharlas a esa hora, las 11:35 de la noche, cuando uno ya se va a dormir y a olvidar lo que malo del día.
Es una lástima en lo que has terminado, Ciro. Viendo periodismo donde no lo hay. Quejándote de que el avión no llega, cuando tienes una Blackberry en la que pudiste ver el correo de Aeroméxico sobre que el vuelo se había retrasado 5 minutos. Es el colmo que creas que entrevistaste a la señora de al lado de tu asiento (una mujer que en los ojos se veía que te admiraba) y le hayas preguntado si sintió calor.
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