jueves 13 de octubre de 2011
Crear nuevos partidos, si las fuerzas políticas de izquierda no están a la altura de las circunstancias, propone López Obrador
Del Blog, Exijamos Lo Imposible, Magistral conferencia de AMLO en España
Crear nuevos partidos, si las fuerzas políticas de izquierda no están a la altura de las circunstancias, propone López Obrador
Jueves 13 de octubre de 2011
* Conferencia Magistral de Andrés Manuel López Obrador en el Salón de Actos de la Fundación Ortega y Gasset-Gregorio Marañon
Muchas gracias a todos ustedes. Al doctor José Ortega Varela, presidente de la fundación Ortega y Gasset. Voy a leer un texto.
No vengo a hablar de nuestra apasionante relación histórica, con sus excesos, bondades, malos y buenos momentos. Vengo a exponer mi punto de vista sobre lo que está aconteciendo en mi país y en el mundo.
El pueblo de México, como el de América y Europa, está padeciendo por una tremenda crisis producida, en lo fundamental, por ese disparate llamado neoliberalismo.
En esencia se trata de un sistema que ha permitido el engrandecimiento de pocos a costa del sufrimiento de muchos. Y si esto no fuese cierto, que alguien nos explique por qué en una época aciaga para la inmensa mayoría de nuestros pueblos, existe una pequeña minoría que no deja de acumular riquezas y poder como nunca se había visto en la historia de la humanidad.
Por ejemplo, en 1991, hace 20 años, la revista Forbes, que publica la lista de los hombres más ricos del mundo, hablaba de que 274 potentados poseían, cada uno, más de mil millones de dólares, pero este año la misma publicación registra que hay mil 210 personas que tienen más de mil millones de dólares. Y lo obsceno es que hace 20 años, los 274 magnates acumulaban en conjunto 483 mil millones de dólares y ahora los mil 210 poseen 4 billones 284 mil millones de dólares. Es decir, en dos décadas, la fortuna de esta élite mundial se elevó más de 10 veces.
Todo esto, al mismo tiempo que millones de seres humanos viven en la pobreza y en la angustia de no tener ni siquiera para lo más indispensable. Reitero: lo que prevalece en el mundo es un sistema en el cual la prosperidad de unos pocos se sustenta en la miseria de muchos. Aunque todavía no se termine de entender y de aceptar esta infame y amarga realidad.
Por eso, es hora de iniciar la búsqueda de algo nuevo para alcanzar una convivencia social justa, humana y más igualitaria.
En México ya iniciamos el camino hacia ese ideal de dignidad y justicia como forma de vida. Pero antes de explicarles lo que estamos haciendo, quiero dar a conocer nuestro diagnóstico sobre los males que aquejan y atormentan a nuestra nación.
La crisis de México viene de tiempo atrás, aunque se precipitó desde la década de los 70, cuando un grupo de potentados en el ámbito internacional, ordenó a sus técnicos y a sus políticos diseñar y aplicar un nuevo modelo para dominar a los estados nacionales y apoderarse de los recursos naturales y de los bienes de la inmensa mayoría de los seres humanos.
Con esa encomienda, los ideólogos de la derecha inventaron una serie de recetas y recomendaciones que fueron sembrando, con el apoyo de los medios masivos de comunicación, en la mente de millones de personas para tratar de justificar la codicia y el pillaje.
Así, divulgaron e impusieron criterios tan absurdos como la supremacía del mercado; la utilización del Estado sólo para proteger y rescatar a las minorías privilegiadas y, desde luego, proclamaron que las privatizaciones eran la panacea.
También postulaban y siguen sosteniendo que el nacionalismo económico es anacrónico y la soberanía un concepto caduco frente a la globalidad; que se debían cobrar menos impuestos a las corporaciones y más a los consumidores; que eran más eficientes y honrados los administradores privados que los públicos; que debía predominar lo económico sobre lo político y lo social; que el Estado no debía promover el desarrollo ni procurar la distribución del ingreso porque, si le iba bien a los de arriba, les iría bien a los de abajo, con la idea peregrina de que si llueve fuerte arriba, gotea abajo, como si la riqueza en sí misma fuese permeable o contagiosa.
Con todos estos llamados “paradigmas”, que no son más que una retacería de enunciados sin fundamento teórico ni científico, los barones del dinero, con la colaboración de los organismos financieros internacionales, lograron implantar la agenda de las llamadas “reformas estructurales”, modificaron los marcos legales y sometieron en lo esencial a la mayoría de los gobiernos del mundo.
En el caso de México, estas políticas comenzaron a impulsarse desde el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988), y se profundizaron durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994). En éste periodo, no sólo se adoptaron todos los dogmas del neoliberalismo de manera puntual, sino que se utilizaron como parapeto para llevar a cabo el peor saqueo de las riquezas y de los bienes de la nación que se haya registrado en la historia del país.
Desde luego, todo esto se hizo acompañar de una intensa campaña propagandística. Inclusive muchos intelectuales y líderes de opinión, repetían como loros sofismas para legitimar el bandidaje oficial y el predominio económico de una minoría por encima del interés público.
Para llevar a cabo la desincorporación de entidades paraestatales, consideradas “no estratégicas ni prioritarias para el desarrollo nacional”, se ajustó a la medida el marco jurídico y se legalizó la rapiña.
Es más, hubo procesos de licitación y rendición de cuentas ("libros blancos”), pero la verdad es que, en todos los casos, siempre se sabía, de antemano, quienes serían los ganadores en las subastas. Salinas, su hermano Raúl y el secretario de Hacienda, Pedro Aspe, eran los encargados de palomear, acomodar y alinear a todos los apuntados que participaron en el reparto de empresas y bancos.
Así, en 13 meses, del 14 de junio de 1991 al 13 de julio de 1992, con un promedio de 20 días hábiles por banco, se remataron 18 instituciones de crédito. Además, en cinco años, del 31 de diciembre de 1988 al 31 de diciembre de 1993, se enajenaron 251 empresas del sector público. Es decir, se privatizaron compañías como Telmex, Mexicana de Aviación, Televisión Azteca, Siderúrgica Lázaro Cárdenas, Altos Hornos de México, Astilleros Unidos de Veracruz, Fertilizantes Mexicanos; aseguradoras, ingenios azucareros, minas de oro, plata y cobre, fábricas de tractores, automóviles y motores, de cemento, tubería, maquinaria, entre otras.
La entrega de bienes de la nación a unos cuantos, no sólo se limitó a bancos y a empresas paraestatales. También se privatizaron las tierras ejidales, las autopistas, los puertos, los aeropuertos, la industria eléctrica y se incrementó el manejo de negocios de particulares nacionales y extranjeros en Petróleos Mexicanos.
...............sigue leyendo
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