La chingada
Segunda candidatura, y ya
Devastación nacional
Cocoa y Miranda
Julio Hernández López / Astillero
El uso coloquial de una de las palabras sustanciales del habla cotidiana en México generó ayer un pequeño revuelo al ser reconvertida en una presunta confesión de cansancio irremontable de parte del candidato presidencial de las izquierdas. A la chingada, dijo Andrés Manuel López Obrador que se iría si fallara en su segundo intento de alcanzar el poder, entre otras cosas, porque ya no tiene el vigor de antes. El tópico de inmediato fue procesado para presentar al político de Tabasco (donde los florilegios relacionados con la chingada son habituales y abundantes) como alguien deseoso de tirar el arpa, carente de la fuerza para sobrellevar futuras jornadas de oposición o gobierno, tocado acaso por algún virus de desesperanza.
Lo cierto es que con una expresión pensada para una audiencia en privado, el ex jefe del Gobierno capitalino ha reiterado lo dicho y sostenido desde años atrás a su equipo más cercano, luego del fraude electoral de 2006: solamente iría por una nueva candidatura presidencial, y ya. Ésa es la esencia del pacto de 2011 con Marcelo Ebrard que permitió a AMLO asumir esta segunda oportunidad: la garantía de que no buscará una tercera postulación, fuese finalmente el destino figurado o real, coloquial o metafísico, ganado o endilgado al que decidiese ir.
Concreto y palpable, en cambio, es otro proceso rumbo a la chingada en mención: el que en términos políticos, judiciales, policiacos y militares están sosteniendo el PRI y Los Pinos, a instancia de éste y a propósito de los comicios venideros. Decidido a hacer lo imposible para que su bando no pierda el poder y lo tome el de tres colores (CalNerón incendiando Roma), el panista michoacano que se quedó con la Presidencia de la República en 2006 ha abierto fuego contra el priísmo mediante el arsenal correspondiente a la guerra contra el narcotráfico. Puestos uno frente a otro, es posible que los expedientes sucios de cada uno de esos contendientes fuesen igualmente susceptibles de paredón político e histórico y de procesamiento judicial, pero lo grave es que en ese pleito de cárteles escindidos el PRI y el PAN están colocando al país en una situación grave, despedazando lo poco que quedaba de textura institucional salvable y encaminando al país al riesgo de que los próximos comicios sean tan sucios y manipulados (por ambas partes) que el desenlace corra por senderos amargos y acaso violentos o desquiciantes.
A la chingada parecen haber enviado los priístas, en ese contexto de belicosidad creciente, al gobierno calderónico (al que ellos mismos ayudaron a consolidarse en la toma militar de posesión y durante los primeros años de presunto gobierno de coalición de facto, con Beltrones como una especie de jefe Diego venido a menos), según se desprende de las serias acusaciones de mal gobierno y corrupción que han lanzado contra la administración federal a partir de la revisión de datos de la Cuenta Pública 2010. Mala señal es también que el Senado haya considerado necesario emitir una solicitud al ocupante de la Presidencia para que evite interferir en los comicios y se abstenga de usar a la procuraduría federal de justicia como instrumento electoral.
Al mismo destino rasposo y molesto en grado superlativo también ha ido a dar la pretensión senatorial de la primera hermana del país, Luisa María, conocida como Cocoa (algunos lectores reprochan a este tecleador el no decir que el sobrenombre de la ex candidata a gobernadora es un alias), quien declinó a la postulación con que ya estaba programada para ir por la vía favorita (exclusiva, en realidad) de miembros de la familia Calderón para allegarse cargos legislativos, la plurinominal o de representación proporcional. Menos explícita, pero igualmente girando en torno al mundo ahora tan solicitado de La Chingada, la candidata de blanco y azul a gobernar la capital del país ha expresado, con cierto aire de resignación, que a fin de cuentas lo importante en su postulación es la apertura de los partidos a las candidaturas ciudadanas, más allá del resultado electoral: “Yo ya gané –reflexionó Isabel Miranda de Wallace–, y si perder es ganar, ya gané”.
Astillas
Devastación nacional
Cocoa y Miranda
Julio Hernández López / Astillero
El uso coloquial de una de las palabras sustanciales del habla cotidiana en México generó ayer un pequeño revuelo al ser reconvertida en una presunta confesión de cansancio irremontable de parte del candidato presidencial de las izquierdas. A la chingada, dijo Andrés Manuel López Obrador que se iría si fallara en su segundo intento de alcanzar el poder, entre otras cosas, porque ya no tiene el vigor de antes. El tópico de inmediato fue procesado para presentar al político de Tabasco (donde los florilegios relacionados con la chingada son habituales y abundantes) como alguien deseoso de tirar el arpa, carente de la fuerza para sobrellevar futuras jornadas de oposición o gobierno, tocado acaso por algún virus de desesperanza.
Lo cierto es que con una expresión pensada para una audiencia en privado, el ex jefe del Gobierno capitalino ha reiterado lo dicho y sostenido desde años atrás a su equipo más cercano, luego del fraude electoral de 2006: solamente iría por una nueva candidatura presidencial, y ya. Ésa es la esencia del pacto de 2011 con Marcelo Ebrard que permitió a AMLO asumir esta segunda oportunidad: la garantía de que no buscará una tercera postulación, fuese finalmente el destino figurado o real, coloquial o metafísico, ganado o endilgado al que decidiese ir.
Concreto y palpable, en cambio, es otro proceso rumbo a la chingada en mención: el que en términos políticos, judiciales, policiacos y militares están sosteniendo el PRI y Los Pinos, a instancia de éste y a propósito de los comicios venideros. Decidido a hacer lo imposible para que su bando no pierda el poder y lo tome el de tres colores (CalNerón incendiando Roma), el panista michoacano que se quedó con la Presidencia de la República en 2006 ha abierto fuego contra el priísmo mediante el arsenal correspondiente a la guerra contra el narcotráfico. Puestos uno frente a otro, es posible que los expedientes sucios de cada uno de esos contendientes fuesen igualmente susceptibles de paredón político e histórico y de procesamiento judicial, pero lo grave es que en ese pleito de cárteles escindidos el PRI y el PAN están colocando al país en una situación grave, despedazando lo poco que quedaba de textura institucional salvable y encaminando al país al riesgo de que los próximos comicios sean tan sucios y manipulados (por ambas partes) que el desenlace corra por senderos amargos y acaso violentos o desquiciantes.
A la chingada parecen haber enviado los priístas, en ese contexto de belicosidad creciente, al gobierno calderónico (al que ellos mismos ayudaron a consolidarse en la toma militar de posesión y durante los primeros años de presunto gobierno de coalición de facto, con Beltrones como una especie de jefe Diego venido a menos), según se desprende de las serias acusaciones de mal gobierno y corrupción que han lanzado contra la administración federal a partir de la revisión de datos de la Cuenta Pública 2010. Mala señal es también que el Senado haya considerado necesario emitir una solicitud al ocupante de la Presidencia para que evite interferir en los comicios y se abstenga de usar a la procuraduría federal de justicia como instrumento electoral.
Al mismo destino rasposo y molesto en grado superlativo también ha ido a dar la pretensión senatorial de la primera hermana del país, Luisa María, conocida como Cocoa (algunos lectores reprochan a este tecleador el no decir que el sobrenombre de la ex candidata a gobernadora es un alias), quien declinó a la postulación con que ya estaba programada para ir por la vía favorita (exclusiva, en realidad) de miembros de la familia Calderón para allegarse cargos legislativos, la plurinominal o de representación proporcional. Menos explícita, pero igualmente girando en torno al mundo ahora tan solicitado de La Chingada, la candidata de blanco y azul a gobernar la capital del país ha expresado, con cierto aire de resignación, que a fin de cuentas lo importante en su postulación es la apertura de los partidos a las candidaturas ciudadanas, más allá del resultado electoral: “Yo ya gané –reflexionó Isabel Miranda de Wallace–, y si perder es ganar, ya gané”.
Astillas
Los 25 millones de pesos en maletas enviadas por aire a Toluca siguen siendo uno de los grandes misterios de la política mexicana que con más sencillez y facilidad desentraña la inmensa mayoría de los ciudadanos, pero no los funcionarios y políticos involucrados en esas maniobras. Para mucha gente, el caso es uno más de corrupción, esta vez relacionada con asuntos electorales. Es decir, el envío de dinero en efectivo para cubrir gastos que no deben dejar huella fiscal. Sin embargo, en las alturas veracruzanas se practica el discurso del engaño que de tan burdo acaba lastimando severamente la inteligencia colectiva. Obviamente, el panismo en campaña aprovecha la oportunidad para exigir cuentas, cuando en las propias, es decir, las del calderonismo metido en cotidianas danzas de millones, son intocadas. Lo cierto es que tanta corrupción hay en uno como en otro de esos lavaderos… Dolorosamente irónico que Felipe Calderón organice escenográficas sesiones de destrucción de armas en Chihuahua sin ser capaz de protestar con energía contra los gringos que rápida y furiosamente invaden de esos instrumentos de destrucción a nuestro país. Hay políticos estadunidenses que son más críticos del asunto que el panista mexicano, como el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, quien ayer dijo que ha sido un abuso de poder del gobierno vecino el meter armas a México de esa manera veloz y enfurecida…
Y, mientras este tecleador agradece profunda y sinceramente las muestras de aprecio y los mensajes de solidaridad recibidos en relación con el fallecimiento de doña María López Soria, ¡feliz fin de semana, con el retorno a clases en la normal de Ayotzinapa!
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