Mariachis para Carlos Monsiváis con música de  Sabina
Jaime Avilés
“Fue entre  pinos sin mar, una tarde antes de un concierto/ tú reinabas  detrás de una pila de 22 mil 700 muertos/ cántame una canción al oído y  te pongo un tequila/ con una condición/ que el señor Gómez Mont salga y  diga que no soy indigno [...] Y nos dieron las dos y las tres y las  cuatro y las cinco y las seis/ y borrachos al atardecer nos cayó García  Luna...”
Crímenes que no prescriben
En su discurso del viernes antepasado (16 de abril) ante  empresarios del turismo, Felipe Calderón reconoció que de cada 100  víctimas de 
suguerra
contrael narcotráfico, seis eran
civiles inocentes, cuatro
soldados o policíasy 90 delincuentes que se mataron entre sí.
Según cifras actualizadas al día que se reunió con  Joaquín Sabina en Los Pinos (19 de abril), el total de vidas arrasadas  por la violencia ligada a la droga en los pasados 40 meses ascendía ya a  22 mil 700.
Como se desprende de la arenga calderónica, de diciembre de 2006 a  abril de 2010, en este contexto habrían dejado de existir mil 362  civiles inocentes, 908 soldados o policías y  
20 mil 430 civiles no  inocentes. 
¿Qué significa 
no son siquiera acciones? ¿Que ninguno de los 20 mil 430 supuestos criminales caídos murió bajo las balas de policías o soldados? ¿Se mataron solitos entre sí?
son muchos menos todavía (los) civiles atrapados en el fuego cruzado entre los delincuentes o policías con delincuentes.
Traducción: ninguno de los mil 362 
civiles inocentesfue asesinado por las fuerzas armadas. Una vez más, Calderón no sólo miente, sino que pretende borrar de la memoria colectiva las muertes de niños, jóvenes y adultos inermes, perpetradas por soldados y marinos, por ejemplo, en Ahuatepec y Cuernavaca, Morelos (diciembre de 2009), Ciudad Juárez (enero), Monterrey y Nuevo Laredo (marzo), por no hablar de los ilegales allanamientos y saqueos de moradas, documentados, en Yucatán y Michoacán, también en marzo.
Pese a los testimonios de la familia tamaulipeca que fue acribillada  con sus bebés el 20 de marzo al cruzar ante un retén cerca de Nuevo  Laredo; pese a las protestas de la alta sociedad de Monterrey, que  reaccionó con ira ante el asesinato de dos estudiantes del Tec,  a quienes los soldados disfrazaron de 
sicariosel propio 20 de marzo, tal como habían hecho 17 días antes con un joven matrimonio en Anáhuac, Nuevo León; pese a los secuestros con fines de extorsión protagonizados por militares en Chihuahua, Baja California, Sinaloa, Guerrero, Tabasco, Chiapas, etcétera, Calderón niega la realidad y, peor aún, la justicia, siguiendo el modelo que impuso al inicio de su embozada dictadura, tras el homicidio de Ernestina Ascencio en Zongolica, Veracruz, donde por sus pistolas decretó que el deceso lo había causado una
gastritis.
Embelesado por la música de Sabina, Calderón muestra una absoluta  indiferencia ante el más reciente informe de la CNDH, que registró de  2007 hasta marzo de 2010 un aumento de 500 por ciento en las quejas  referidas a violaciones de garantías individuales cometidas por soldados  y marinos.
 Sin embargo, quienes por estricta obediencia a su comandante  supremo han salido a las calles con sus tropas –no a 
disuadir, tarea que le corresponde a la policía, sino a
atacar, tal como explicaron algunos generales desde el anonimato a este diario hace unos días–, están preocupados por lo que les reserva el destino.
Enviados a una guerra imposible de ganar contra el crimen  organizado, los militares exigen que el Poder Legislativo les extienda  un permiso oficial para entrar sin mandato de juez en casas particulares  y arrestar a sospechos para interrogarlos.
 ¿Por qué quieren un permiso  para hacer lo que de todas maneras están haciendo por órdenes de  Calderón? Para defenderse cuando sean juzgados por ello en el futuro.
Anteayer, jueves, todavía ahíto por el recuerdo de las cosas 
tan bonitas, que según Tania Libertad se dijeron Calderón y Sabina el lunes, el titular de Gobernación, Fernando Gómez Mont, acudió al Senado a pedir a los miembros de la Comisión de Seguridad Pública que no discutan, de aquí a septiembre, el tema del fuero militar, que pretenden reformar mediante la Ley de Seguridad Nacional.
En el dictamen que de  todos modos aprobaron ese mismo día, los legisladores anticiparon que  los soldados y marinos que cometan delitos sexuales, torturas y  desapariciones forzadas serán juzgados por tribunales civiles.
Tal vez Sabina no sepa que hasta hoy, ningún soldado o marino ha sido  presentado a la opinión pública como responsable de crimen alguno  contra la población civil. 
¿Por qué? Porque eso lo juzgan tribunales  militares, cuyas sentencias escapan al escrutinio ciudadano. Pero, ¿por  qué Gómez Mont pidió una prórroga de cuatro meses al Senado?
 Porque el  Ejército está discutiendo, dijo, su propio proyecto de reforma sobre el  fuero militar, 
que satisfaga las exigencias democráticas.
Fuentes legislativas consultadas al respecto revelaron a esta columna  que, entre otras cosas, los militares demandan que la Ley de Seguridad  Nacional les conceda facultades para autorizar la celebración de fiestas  particulares, supuestamente para ejercer mayor control sobre el crimen  organizado, tan afecto a las parrandas con mariachis y tequila.
Veintiséis años después del retorno a la democracia, Argentina  continúa juzgando y castigando a políticos, jueces, sacerdotes,  policías, marinos y soldados que durante la dictadura militar  (1976-1984) asesinaron y desaparecieron a más de 30 mil personas. 
Sus  pares mexicanos, que hoy obedecen las espantosas instrucciones que les  dictan desde Los Pinos, se sienten tranquilos de momento. Si el Senado  aprueba la abolición del fuero militar, la Cámara de Diputados deberá  ratificarla, lo que está por verse, pues para eso sirven los fieles a  Peña Nieto. 
Pero si aún así, la Ley de Seguridad Nacional queda lista  para ser promulgada, manteniendo la supresión del fuero militar,  Calderón podrá vetarla, negándose a publicarla en el Diario Oficial.
Hay una nueva guerra sucia en México y quienes participan en  ella lo hacen por disciplina, pero a la larga tendrán que responder  ante la justicia. Cuando el estado de derecho se restablezca en el país,  quienes hoy disparan por órdenes superiores contra el pueblo tendrán  que rendir cuentas, porque los crímenes de lesa humanidad jamás  prescriben.
 Por el bien de todos, y de ellos mismos, soldados y marinos  deben regresar a sus cuarteles a la mayor brevedad.
Con un abrazo grande para José Emilio Pacheco, desde ayer premio  Nobel de las letras hispánicas, Desfiladero dedica la música de los  versos que abren esta página a su entrañable amigo Carlos Monsiváis, a  quien exhorta a salir ya de ese hospital, entre otras cosas, para llevar  a cabo una misión que sólo él puede realizar con éxito: decirle a  Sabina que, si en verdad le importa y desea reconciliarse con millones  de mexicanos que aman su poesía tanto como repudian a Calderón, cuando  regrese a Madrid organice un concierto en solidaridad con México, hoy  sometido a una dictadura neofranquista cada día más sanguinaria.
 
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario