Costos desconocidos de la guerra de Calderón.
Eduardo Ibarra Aguirre
Que la denominada por Felipe Calderón Guerra contra el narcotráfico
fue una estrategia desesperada, defensiva y subordinada a las
exigencias de la Casa Blanca, habitada entonces por George W. Bush, lo
muestra con suma claridad no sólo el incremento del número de militares
con problemas sicológicos, por ejemplo el conocido técnicamente como
"trastorno de estrés postraumático", sino el hecho reconocido en mayo
pasado por la Secretaría de la Defensa Nacional, y registrado por el
diario La Jornada, de que no contaba con "'médicos militares
especialistas en siquiatría castrense o de guerra".
Nadie
con una elemental actitud de jefe de Estado, no de una república
bananera, va a la guerra sin cubrir los requerimientos mínimos que
cualquier contienda exige, salvo que su ascenso a la Presidencia esté
severamente cuestionado por millones de electores por fraudulento,
percepción que se reproduce hasta la actualidad; tenga en su haber una
crisis de legitimidad que lo obligue a cubrirse con el paraguas del
poder imperial y, por ello, acceder a sus exigencias; amén de contar
con un vigoroso reclamo ciudadano de más seguridad pública tras la
herencia que recibió del gobierno de Vicente Fox, y decida montarse en
la exigencia como una vía para ganar legitimidad, que a la luz de los
resultados nunca obtuvo, como lo exhibe incluso el hecho de que sus
más tenaces defensores de ayer desde el duopolio de la televisión y el
oligopolio de la radio, hoy son sus críticos más despiadados. Nada
nuevo bajo el sol, es la conducta sistémica de los intelectuales
orgánicos del poder.
En
este espacio se describió a Calderón Hinojosa, y quedó varias
ocasiones registrado, como soldadito de plomo, no por falta de respeto
a la investidura presidencial ni a la persona, sino porque su
conducta como comandante supremo de las fuerzas armadas tenía parecido
con arrebatos que se padecen en la niñez pero que pueden quedar bien
resueltos con juegos infantiles, mientras que Felipe del Sagrado
Corazón de Jesús adoptó al país como campo de sus impulsos demasiado
personales, seguramente también influido por los excesivos consumos
etílicos de los que hubo mención aquí cuando despachó en Los Pinos, no
ahora que todos ejercen la añeja moda sexenal de criticar al que ya
terminó para congraciarse con el sustituto.
Y
así nos fue. Hace tres años resultó imposible seguir publicando
Forum, una revista mensual que superó los 19 años de vida pero no pudo
imprimirse más porque el soldadito de plomo se indignó por una
caricatura de Alán, en la portada, en que aparecía como Ícaro su
adorado amigo Juan Camilo Mouriño.
El
hecho es, retomando el tema, que según cifras de la Sedena 20 mil 469
militares recibieron atención por padecimientos sicológicos y en
especial el trastorno de estrés postraumático de 2006 a la fecha, y de
ellos 159 pasaron a retiro, cuando hace siete años la problemática era
prácticamente desconocida, o bien encubierta bajo el manto del
machismo primitivo al que todavía se rinde culto en las instituciones
castrenses. Según las mismas fuentes consultadas por el reportero
especializado Jesús Aranda, el grave problema tiende a disminuir en los
primeros ocho meses de este año.
Oficialmente,
como es costumbre, el alto mando militar no acepta todavía que el
incremento en las cargas de trabajo, el aumento en el número de días
que los elementos de tropa, oficiales y jefes eran enviados a destruir
cultivos ilícitos y la creciente participación en enfrentamientos
armados con la delincuencia organizada "haya influido en que se
presentaran casos del llamado estrés postraumático". Problemas, por
cierto, que no padeció ningún integrante del generalato, acaso porque
son hombres de escritorio.http://mujeresporlademocracia.blogspot.mx/2013/11/costos-desconocidos-de-la-guerra-de.html
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