DESFILADERITO
El martes será 2 de octubre: ¡todos al Senado!
Hará unos 20 años, la combinación
de dos factores –la falta de espacios para que los jóvenes se
independizaran de sus padres y el auge del turismo en las costas de
Andalucía-- detonó el boom de la construcción de viviendas en España.
Era un gran negocio: los bancos prestaban con tasas de interés razonable
y las inmobiliarias vendían antes incluso de poner la primera piedra.
Para infortunio de los vasallos
del reino de Juan Carlos I de Bourbon On-D-Rocks, ni los gobiernos, ni
los economistas, ni mucho menos los bancos, advirtieron a tiempo que el
sueño de contratar créditos baratos y vender viviendas caras se estaba
convirtiendo en una pesadilla.
Hará un lustro, sólo en la Costa
Brava había al menos cinco millones de departamentos recién construidos
que nadie pudo adquirir, ni al contado ni en abonos: cinco millones de
departamentos nuevecitos y cerrados, vacíos, echándose a perder por
falta de uso. Hoy son varios millones más.
Y como las inmobiliarias
tampoco pudieron pagar los préstamos a los bancos, éstos les aumentaron
los réditos y se fue acumulando así una montaña de carteras vencidas,
hasta que, para evitar la quiebra de los bancos, los gobiernos se vieron
obligados por el FMI a aplicar medidas en perjuicio de los ciudadanos,
a quienes los “contratos basura” les achicaron los sueldos, los
despojaron de sus conquistas sindicales, elevaron el desempleo, la
carestía y el malestar social.
Todo el reino se disgustó con
las políticas del FMI que muy cariacontecidos ponían día tras día en
práctica los “socialistas” del PSOE, hasta que llegaron las elecciones y
los franquistas del Partido Popular ganaron de calle, embelesados por
las promesas de cambio que recitaba en la tele y en los mítines Mariano
Rajoy.
Ah, pero ¡oh, sorpresa!, apenas
trepó Rajoy al poder, dejó de sonreír y no menos cariacontecido avisó
que daría dos noticias: una mala y una pésima. La mala era que el pueblo
sufriría medidas económicas mucho peores que las del gobierno anterior,
porque tal era la voluntad del FMI. ¿Y la pésima?, preguntaron
aterrados sus oyentes. La pésima es que quien se oponga a las órdenes
del FMI será molido a palos.
La brutal, feroz, inhumana y
despiadada represión que desató la policía española contra la multitud
que se manifestó el miércoles y el jueves en Madrid alrededor del
Congreso de los Diputados confirmó que Rajoy hablaba en serio y que
quienes votaron convencidos de que regresaría el franquismo no se
equivocaron.
Anteayer, el ministro del
Interior de España rindió honores a los gorilas que dejaron parapléjico a
un joven y aporrearon a mujeres y ancianos el miércoles, pero al mismo
tiempo el Consejo de Ministros en pleno –agárrense ustedes-- ¡condecoró a
la virgen del Pilar! Según esto, desde ya, Rajoy es el nuevo Caudillo
de España por la gracia del FMI y la virgen del Pilar. ¿No os jode,
tíos?
Lo que ha sucedido esta semana
en México está estrechamente relacionado con lo de España. En ambos
países, el FMI es el que manda y allá los franquistas y acá los
salinistas se limitan a obedecer.
La valiente y conmovedora
batalla civil pacífica que protagonizaron jóvenes de #YoSoy132,
militantes de base de Morena y otras expresiones políticas bajo la
dirección del ex diputado Gerardo Fernández Noroña, así como el desigual
combate legislativo que dentro de la Cámara de Diputados sostuvieron
los cuadros más cercanos a Andrés Manuel López Obrador en ese recinto
–Martí Batres, Ricardo Monreal, Luisa María Alcalde y muchos, pero no
muchos más-- no impidieron que fuera aprobada la contrarreforma laboral
que traerá a México los “contratos basura” que arruinaron a los
trabajadores españoles.
Aquí me importa, y mucho,
desarrollar lo siguiente. Desde que el FMI tomó las riendas de nuestro
país por medio de los neoliberales, la izquierda ha encabezado luchas de
resistencia en contra de sus políticas más destructivas y, mal que
bien, ha logrado aplazar los efectos de algunas de esas normas dictadas
por los dueños del mundo.
Con todo lo valiosa que ha sido
nuestra resistencia a lo largo de décadas, la verdad es que al aminorar
la devastación general de México, hemos defendido las condiciones de
vida de los menos informados, es decir, de quienes antes de ser
ciudadanos son televidentes y no piensan con su propia cabeza.
Resignados a no cultivar
esperanza alguna sino a subsistir como se pueda y hasta donde se pueda,
fueron esos desinformados quienes junto con los miserables y los
hambrientos, y los conservadores y los nostálgicos de las épocas de
esplendor del PRI, rechazaron la opción de cambio que ofreció López
Obrador y vendieron su voto a sus verdugos. Bien por ellos, porque ahora
sabrán lo que es amar a Rajoy y al Rey de España en el mirreinato de
Peña Nieto.
Lo que sufriremos a partir de
ahora será –como lo pronosticó AMLO en su libro La mafia que se adueñó
de México y el 2012-- igualito a lo que padecieron nuestros antepasados
cuando en marzo de 1853 Antonio López de Santa Anna regresó al poder y
ante la tremenda crisis que había en todos los órdenes no se le ocurrió
nada mejor que cobrar impuestos por el número de ventanas y puertas de
las casas, hasta que en 1855 el país reventó y lo mandó al exilio para
siempre. Y entonces entró en escena don Benito Juárez...
El martes próximo, antes de las
8 de la mañana, decenas de miles de personas iremos a la esquina de
Insurgentes y Reforma a rodear el flamante pero espantoso y mal
construido edificio del Senado de la República, para tratar de impedir
la ratificación de la reforma laboral. Ese día, además, será 2 de
octubre y habrá movilizaciones en todo el país.
Descartemos desde ahora que nos
saldremos con la nuestra. La reforma laboral, como escribí en el
Desfiladerito de ayer, es hija de la “victoria” electoral de la extrema
derecha: ambas son fraudulentas.
Sin embargo, quienes
consiguieron mantenerse en el poder son los empleados del FMI y si ayer
sus diputados se montaron en un balcón de San Lázaro para aprobar el
derecho de los patrones a pagarles a 7 pesos la hora a sus esclavos, el
martes nadarán por las tuberías del drenaje, si les es preciso, y
emergerán por los excusados –como la mierda que regresa cuando el caño
se tapa, o como la mierda que son, para decirlo pronto-- y refrendarán
lo que les ordenen que deban refrendar.
Pero la ciudad de México
descubrirá estremecido el gravísimo error estratégico que por hacer uno
más de sus negocios turbios –especulando con el valor del terreno en una
zona tan pero tan cara-- cometió Calderón al edificar el Senado en el
cruce de las dos avenidas más importantes del Distrito Federal, donde
inevitablemente quedará a merced de las muchedumbres cada vez que los
legisladores se propongan cometer una canallada como la que cometerán
este martes 2 de octubre de 2012.
Allí estaremos y seremos
decenas de miles, pero volverán a derrotarnos. No le hace. De lo que se
trata es de que nuestros miserables y nuestros hambrientos, los
conservadores y los nostálgicos, los desinformados y los televidentes,
observen cómo nos tratarán los medios, cómo nos insultarán y nos
expondrán al escarnio, la burla y la befa (ya me imagino a Cirilo Come
Mierda: “¡son las hordas de Hitler!”). Y qué bueno que así sea, porque
cuando ese público manipulado para odiarnos comience a descubrir por sí
mismo qué fue lo que intentamos impedir, el Santa Anna posmoderno que es
el PRIAN tendrá que ir pensando en hacer sus maletas.
Hoy como todos los días estaré
en Twitter, en la cuenta @Desfiladerito132, por si ocupan y nos volvemos
a leer aquí el lunes, o antes si las circunstancias lo exigen. Estamos
en cuenta regresiva. Faltan 72 horas para el próximo 2 de octubre. ¿Qué
digo? Consulten su reloj. Faltan menos...
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