Iztapalapa: la traición de Marcelo Ebrard
Uno
de los proyectos pioneros del gobierno de Clara Brugada en Iztapalapa
fue el del “presupuesto participativo”, cuyos antecedentes inmediatos se
remontan a España y a Brasil. Alcaldes de ambos países lo pusieron en
marcha, hace algunos años, a escala municipal, y tras el éxito obtenido,
su modelo fue replicado en otros lugares de Europa y América del Sur,
antes de entrar a México y, concretamente, al Distrito Federal por la
delegación cuya titular leerá mañana su tercer y último informe de
labores.
Dividida Iztapalapa, como toda la ciudad de México, en unidades
territoriales (UT), Clara Brugada convocó a los habitantes de cada una
de ellas dentro de su jurisdicción, a presentar proyectos para realizar
obras de utilidad colectiva: rescate de lotes baldíos para convertirlos
en plazas, acondicionamiento de canchas deportivas debajo de los
puentes, construcción de clínicas de barrios y, en casos extremos,
adquisición de patrullas para reforzar la seguridad de algunas colonias,
y mucho, mucho más.
En principio, cada UT recibió una asignación de 800 mil pesos para
que pudiera llevar a cabo esos trabajos, pero como 60 por ciento de
ellas se encuentran en zonas de alta o muy alta maginalidad, resolvió
que, a las que necesitaban más recursos, aumentarles hasta dos millones
de pesos el presupuesto participativo. La reacción adversa de Marcelo
Ebrard no se hizo esperar.
Por un parte, demoró lo más que pudo la entrega de los recursos que
le tocaban a Iztapalapa y se los dio a cuentagotas. Luego, se “enamoró”
de la idea y lanzó el presupuesto participativo a todo el Distrito
Federal, pero fijando en 300 mil pesos el monto para cada una de las UT,
es decir, lo mismo para las Lomas de Chapultepec, donde todo abunda,
que para la sierra de Santa Catarina, donde todo falta.
De
tal manera, el gran simulador de la “izquierda moderna” redujo a polvo
el carácter democrático del presupuesto participativo, en primer lugar,
porque esa cantidad no les alcanza a los pobres y muy pobres para nada, y
en segundo, porque la idea más importante de la iniciativa era que la
gente pudiera cogobernar ejerciendo los recursos de acuerdo con sus
propias necesidades y experiencias, y aprendiendo a que la democracia no
se limita a votar por un candidato sino a compartir el poder con éste
cuando gana las elecciones.
Más aun, al involucrar a todos los habitantes de una UT en un
proyecto colectivo, no se trataba sólo de que éstos modificaran en su
beneficio un espacio público, sino que se apropiaran de éste para
generar comunidad y señas de identidad dentro del barrio o la colonia.
Además, las obras fueron pensadas en función de otros programas, como
aquellos relacionados con el abasto de alimentos llegados del campo a la
ciudad sin pasar por las manos de los intermediarios, lo que redundó en
su bajo precio (la mitad del que fijan los coyotes en los tianguis) y
otros, como el de las lavanderías populares, en donde las mujeres echan
su ropa a la máquina y mientras ésta la limpia, ellas tomas clases de
yoga o de sanación reiki, y si traen huellas de haber sido golpeadas o
de sufrir violencia doméstica constante, son canalizadas a clínicas
donde les dan atención médica y psicológica y, de ser necesario,
asesoría jurídica.
Me sorprende que en alguno de los comentarios acerca de la gestión de
Clara Brugada que ayer leí en Twitter, alguien dijera que en Iztapalapa
hubo “nula planificación”. Todo lo contrario: los programas para las
mujeres, por ejemplo, articularon soluciones a muy diversos problemas.
Por una parte, fueron capacitadas como plomeras, electricistas o
pintoras de brocha gorda, para efectuar reparaciones incluso en los
canales del drenaje, que no es cualquier cosa.
A la vez, tomaron talleres de karate y tae kwan do, para optimizar la
eficacia de las brigadas de mujeres defensoras, de tal suerte que si en
un barrio una vecina era golpeada por su marido, las demás acudían a su
casa y ponían al campeón como campeón. Pero se vinculó también con los
programas para los adultos mayores, de 64 a 67 años, a quienes por medio
de talleres se les enseñó a mejorar el cuidado de su salud, a tener un
“envejecimiento activo” y a ser menos dependientes de sus familiares
gracias a un simbólico subsidio de 300 pesos al mes.
Los talleres fueron también para los niños de 11 años en adelante y
para los jóvenes hasta los 29, y en esos espacios de trabajo colectivo
fueron resueltos problemas de autoestima, de violencia intrafamiliar, de
bajo aprovechamiento escolar, de preparación para el ingreso a escuelas
preparatorias. Todo, sin embargo, se hizo a escala modélica, ya que las
limitaciones presupuestarias y la asfixia económica en que Ebrard
mantuvo a Iztapalapa, impidieron que los programas tuvieran un impacto
masivo. Pero allí están.
Si el sucesor de Clara Brugada, a partir del primero de octubre,
empieza a quitar los subsidios para que los más pobres compren gas, o
acaba con los vales que a los ancianos les permiten comprar frutas y
verduras a mitad de precio, o clausura las lavanderías populares, o
suprime las brigadas de mujeres defensoras, o las entregas de zapatos a
los niños que van a la escuela, sin duda alguna enfrentará álgidas
protestas, pero por otro lado no impedirá que esas formas de
organización, de trabajo colectivo y de concebir la vida comunitaria
desaparezcan, porque forman ya parte de la cultura de la gente.
Hubo, también, quienes se escandalizaron por el título del
Desfiladerito de ayer: “Clara Brugada, sucesora de AMLO”. Tranquilos. No
se trata de que vaya a desplazar al máximo dirigente opositor del país,
sino de que existe una analogía entre las carreras de ambos. Andrés
Manuel se ganó el liderazgo de sus paisanos trabajando junto a ellos en
los pantanos de Tabasco, desde muy joven, y Clara ha hecho lo mismo pero
en los pálidos y fríos desiertos de Iztapalapa. De Tabasco, López
Obrador saltó a la presidencia del PRD y se convirtió en una figura
pública nacional.
Ahora, al concluir su tarea en Iztapalapa, donde su autoridad moral
es grande y sólida, Clara trabajará por la fundación de Morena y en este
sentido puede convertirse en dirigente de la nueva organización dentro
de la ciudad de México, y si lo hace bien y la suerte le sonríe,
ascenderá más tarde a las ligas mayores de la política en cuanto las
condiciones le sean propicias. Sería lógico y natural que esta fuera la
siguiente etapa de su trayectoria.
Hoy, a partir de las 8:00 de la mañana, habrá una gran (y ojalá
multitudinaria) concentración afuera de la Cámara de Diputados, donde
será dado a conocer el dictamen sobre las iniciativas de reforma a la
Ley Federal del Trabajo. Hoy también, pero siete horas antes, en la
mañana de España, cientos de miles rodearán el Congreso del reino de don
Juan Carlos I de Bourbon On The Rocks, para rechazar los criminales
recortes que ha hecho y piensa seguir haciendo el franquista Mariano
Rajoy. Pendiente de ambos acontecimientos, hoy también estaré en
Twitter, en la cuenta @Desfiladero132, por si ocupan.
Jaime Avilés
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