En Edomex, educar sin permiso ya es un crimen
Educar, tan grave como matar |
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Desde hace ocho años Silvia Ortega recorre cada mañana el populoso caserío de Valle de Chalco en camino a su centro laboral. A partir de las siete comienza a recibir niños en un centro infantil y durante 12 horas los cuida, alimenta e instruye mientras sus madres –asalariadas, empleadas domésticas o mujeres que superviven en la actividad informal– trabajan.
Como en todo el Estado de México, la nomenclatura de su recorrido repasa nombres surgidos de un lugar llamado Atlacomulco: Isidro Fabela, Alfredo del Mazo, Carlos Hank… o los de expresidentes priistas en calles que cruzan la avenida Solidaridad.
El centro infantil “por cooperación”, del cual Silvia es encargada, es la única opción para que los hijos de unas 30 mujeres tengan instrucción preescolar y ellas puedan cumplir su jornada laboral. Sin embargo Silvia, quien se graduó como educadora, se apresura a clarificar: no es escuela, es centro comunitario; no hay asistentes educativas sino facilitadoras; “no soy maestra… ya no sé ni qué soy”....sigue
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