Reforma hacendaria, el gravamen contra los pobres
Ante la inminente privatización de Pemex, la propuesta de reforma hacendaria del gobierno peñista busca sacar dinero de donde se pueda. El problema es que apenas podrán arrancar unos cuantos pesos sin menoscabar los privilegios de los más ricos del país. Las mayorías, sin embargo, sí pagarán las consecuencias
Como progenitores, a Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray, y por añadidura a sus parasitarios apologistas a sueldo o forzados por razones circunstanciales, no les queda más que alabar su iniciativa de reforma hacendaria. Aunque ésta sea un engendro más.
Como generalmente sucede con esta clase de temas, se ha vuelto común
prometer “la gran reforma fiscal integral” que requiere el país. Y, al
cabo, terminan pariendo ratones. Como ocurre desde las fallidas reformas
de 1961 y 1964, las cuales abortaron la rara posibilidad de corregir
los defectos congénitos del sistema tributario mexicano; de
fortalecer la estructura fiscal, basada en el principio de la equidad y
progresividad del lado de los ingresos (que paguen más los grupos de
mayores ingresos, de acuerdo con su capacidad económica) y la
distribución del ingreso del lado del gasto, como forma de mejorar el
bienestar social y la justicia; de afianzar la rectoría estatal y la
política económica y fiscal como instrumentos del desarrollo y
contracíclicos...
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