¿Se atreverá Peña a dialogar con la disidencia magisterial?
La llamaron Leningrado en honor a Lenin,
el gran conductor de la gloriosa Revolución Rusa de 1917, que comenzó la
Revolución Inglesa de 1688, la estadunidense de 1776 y la francesa de
1789, que dadas las actuales condiciones de problemas, desempleo, hambre
e injusticias mundiales, pueden parir la primera revolución mundial, de
los pobres contra las minorías de los ricos. Ahora se llama San
Petersburgo y nada como ir a las páginas del libro de Robert K Massie: Pedro el Grande, de Alianza editorial, para conocer al ruso autócrata y modernizador a sangre y fuego.
Pues
bien, Peña no fue integrante del grupo de los 20 que mangonea al mundo,
reunidos en San Petersburgo, pero dice que le pidió a Barack Obama
investigar sobre el espionaje del que fue objeto cuando era candidato de
un Partido Revolucionario Institucional (PRI) que venció a un Partido
Acción Nacional, de antemano derrotado por el doble fracaso de Fox y
Calderón. Y se tuvo que regresar 1 día antes de la clausura, con su eterno chip o chicharito Videgaray, quien ejecuta el programa del neoliberalismo económico a través del Pacto por Peña, dictado por su profesor Pedro Aspe y diseñado por los serviles Chuchos (Zambrano y Ortega).
La disidencia magisterial, en su
radicalismo democrático por las calles de la Ciudad de México, ha
provocado el enojo creciente de Televisa y los intelectuales orgánicos
Jorge Castañeda y Héctor Aguilar Camín, porque no pueden circular con
sus automóviles con chofer y dicen compadecer a los niños que no tienen
clases. Pero son puros demagogos e hipócritas, porque ambos eran amigos
de Elba Esther Gordillo y hoy están muy ocupados y preocupados en la
enseñanza pública, vitoreando a Peña y ¡a Chuayffet! Pero con libros ya
para la impresión en el Fondo de Cultura Económica con su amigo, socio y
compinche, José Carreño Carlón, salinista convicto y confeso.
Han citado a esa disidencia magisterial
en pie de guerra –opositora a la reforma laboral de Peña contra los
maestros– a juntas donde Osorio Chong, como Salinas, “ni los ve ni los
oye”. Los maestros quieren ser escuchados, y en un toma y daca
negociar los fines políticos que Peña ha impuesto (y va por más en los
próximos 120 días), como la reforma educativa sin serlo si se atiende la
contrarreforma constitucional y la aprobación de sus leyes
reglamentarias. Con su derecho de petición a salvo, han solicitado
reunirse cara a cara con Peña y Chuayffet para discutir lo ya aprobado por el Pacto por Peña, como simple trámite en el Congreso de la Unión.
Es dudoso que los consejeros de Peña
(Televisa en primer lugar; Aspe, Salinas y Chuayffet), apoyen un
encuentro con los representantes de los maestros en pie de lucha
democrática y en desacuerdo con las “bondades” de las contrarreformas
aprobadas legislativamente tras el visto bueno del grupo Mexicanos
Primero, que exigen la cabeza de los maestros. El peñismo es,
como en la metáfora, “un automóvil sin freno”: va derecho y no se quita
tope con lo que se tenga que topar… Es el autoritarismo de un enfermo de
poder, la hibris griega de la soberbia; creyéndose un dios bajando al escenario, dictando su última palabra y dueño de la verdad.
*Periodista
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